Foto: mejorconsalud

   Si yo te pregunto, ¿qué tienen en común un policía, una abogada, un alcalde, un joyero, un militar, un cura y un farmacéutico (entre otros)?¿Qué me contestas?

   ¿A que parece una típica escena de alguna película costumbrista o el inicio de algún chiste de esos malo pero malos???
   Pudiera ser, pudiera ser, pero no lo es. Es la representación de los participantes en una reunión que tuvo lugar hace una semana y la cosa derivó en algo bastante surrealista…
   El pasado sábado nos invitaron a mi santo esposo y a mí a una Cata ciega de vinos, y allí que nos apuntamos, tras dejar a la tríada durmiendo la siesta, sin saber muy bien qué nos esperaba. Reconociendo mi ignorancia más absoluta acudí a la fuente fiable menos fiable que tenía a mano, la Wikipedia:
» Consiste en probar vinos de los cuales no se tiene información de su procedencia y tratar de describirlos o puntuarlos sin tener ninguna sugestión ya que no se ve la botella ni la etiqueta…»
Cata-vinos-Barraca-Pintia-Monges-La Cala-ciega-Blogger
Foto: Sofía de Andr

   A mí estas cosas como que me hacen mucha gracia porque para mi entender la cata de un buen caldo consiste en saber si está bueno o está regular, o entra bien o no hay quién lo trague. Y en esos criterios me baso habitualmente. Ya, cuando hablamos de probar en plan plan, le dejo estos menesteres al padre de las criaturas o a mi cuñada que es de las que sí distingue afrutado de especiado, joven o viejo…Yo, con el tiempo, he aprendido que hay que oler antes de tastar, y, dicho sea de paso oler huelo, pero vamos, más que nada porque queda como muy cool hacerlo y tal porque información, lo que se dice información a mí no me da.

   Eso sí, tú hazme una cata ciega de chocolates, que te digo la marca, el lote, el año, el origen del cacao y el nombre del recolector, como poco.
   Nos encontramos con un pequeño, pero bien avenido grupo de personas, algo muy familiar y recogido, con muchísimo avituallamiento por medio. Comida casera consistente que te pedía «Cómeme, cómeme» y una salivando esperando a que alguien diese el primer paso.
   Tras repartir bolígrafos, la cosa consistía en probar 4 vinos, de manera aleatoria, puntuarlos del 1 al 5 de forma que al final hubiese un ganador y pudiésemos saber si lo que habíamos marcado como favorito era un Don Simón -como alguien dijo- o un crianza de los buenos de verdad.
   Y oye, la cosa estuvo francamente bien. 
   Animados, distendidos, un ambiente amigable, que, como suele pasar, se suele ir volviendo más amigable conforme el vino va rodando.
   A la cuarta cata, una ya no sabía si estaba comiendo Coca façida o empanadillas, total, todo estaba riquísimo. Y, mientras me sumía en un bocado suculento llegaron a mis oídos procedentes de la boca de mi señoresposo las palabras «Cous-cous», «Melilla» e «Invitación». 
   Todos los sentidos se me agudizaron y me pusieron en alerta. ¿Por qué? porque llevo con este hombre media vida y le conozco, para bien y para mal, le conozco, y algo me decía que ya estaba lanzado…
   Efectivamente, en un arranque de esos tipo «Tío, te quiero mazo, tú y yo amigos para siempre» de un sábado a las dos de la mañana, estaba invitando a los presentes a un Cous-cous que él iba a hacer, (o más concretamente la madre de una amiga), y que lo iba a traer desde Melilla. Algo así:
Couscous-pollo-blog-cata-vino-Melilla-Benidor

– Para la próxima la comida la traigo yo. Un cous-cous de p…madre desde Melilla.

– Pero a ver, ¿que lo haces aquí?
– ¡NO, no! Lo traigo desde Melilla, en coche. No, mejor en avión!. Está buenísimo, ya veréis. Y también el dulce, y eso que estaba tan bueno dulce y salado, ¿cómo era Vane?
Y yo: -Pastela, pero Luis….
   – Nada, nada, ¡que en Navidades comemos Cous-cous!
   – Aquí hemos comido y…
   – Nada, nada, este es auténtico de Marruecos, que lo hace la madre de una amiga.
  – Sí, pero ¿traes los ingredientes y lo hacemos aquí? (por enésimo tecera vez)
   – No, no, de Melilla, lo traigo de Melilla…
   Yo creo que tras quince minutos haciendo la misma pregunta en balde desistieron. A lo mejor el verme a mí acurrucada en la silla sin saber donde meterme, diciéndole a mi prima-política Sofía «¿Pero este qué está diciendo?» les dio una pista acerca del subidón de mi maridín.
     Inciso, unas nociones geográficas acerca de la ubicación de la ciudad autónoma de Melilla
Ferry-avión-Melilla-Benidorm-Almería
Foto: Google maps
   630 km, con un charco por medio, siendo las únicas vías de llegada a Benidorm el avión o el ferry  hasta Almería. En calquier caso estamos hablando de 40 minutos de avión y 8 horas en barco más el trayecto en coche.
   Si a esto añadimos el tiempo de preparación del plato en cuestión, no alcanzo a entender en qué estaba pensando mi santo al ofrecerse a «cocinar» para 15 personas y posteriormente consumir en tan breve lapso de tiempo.
   Ya de vuelta a casa:
   – A ver, ¿pretendes que la comida esté buena después de ese pedazo viaje?
   – ¿No aguantará dices?
   – Pues no
   – Pero es llegar en avión…
   – Ya, a Almería o Madrid?
   – A Alicante…Ah, ¿que no hay avión? – cri cri cri…casi 11 años viviendo en dicha ciudad y ahora se entera que no hay avión-.
   – NO, no hay.
   – Me he venido arriba, ¿verdad?
   – MUCHO
   Y así echamos la tarde, unos echando más risas que otros, otros dándole vueltas a una situación cuanto menos ridícula, y otros recordándole «qué, ¿pa cuándo el cous-cous?»
   He de decir qu de alguna manera mi costilla acabó hablando también del cura de la parroquia y de sus confesiones…No, yo tampoco sé cómo se llegó a ese punto…
   Por cierto, no hubo consenso con los vinos. El mejor y el peor resultaron ser el mismo, pero todos estuvimos de acuerdo en que no sabían igual. Vete tú a saber…

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