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Después de casi dos meses de vacaciones, no sé los vuestros, pero los míos (hablo de mis hijos por si hay alguna duda) están rozando niveles involutivos, o más.
Si bien son fuentes inagotables de imaginación, I-N-A-G-O-T-A-B-L-E-S, hay momentos en los que, supongo que por inercia, o porque toca, surge la frasecilla de marras: «mamá, me aburrooooo».
Mi costilla tiene una frase muy didáctica para estos momentos, que denota claramente el estilo pedagógico parental que le caracteriza: «Chúpate un codo«.
Ante intentos vanos y frustraciones posteriores, y alguna colleja, es cuando les tienes que soltar la manida parrafada del abuelo cebolleta: «En mis tiempos no teníamos ni la mitad de juguetes que vosotros y nos entreteníamos con cualquier cosa.»

Es en esas ocasiones cuando acabo recurriendo a la sesión de peli + palomitas, en la que la única que decide soy yo, de la manera más democrática posible, porque tratar de que la mediana y el pequeño se pongan de acuerdo es tragedia asegurada.
Entonces encuentro ESTO, Los Goonies, y veo que tiene, agárrate los machos, 30 AÑOS. 30 años desde que vi esta película en el desaparecido cine Nereida de Benidorm con mi hermano y unos amigos de Madrid, amigos que nos habíamos hecho en la playa. Sí, entonces los niños podían ir sólos al cine sin peligro…Y me dio por pensar en mi verano de hace 30 años...
Pues tenía 10, aritmética pura.
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Iba a empezar quinto de EGB o lo que viene a ser quinto de Primaria.
Todas las tardes iba a la playa del Puerto con mi madre y mi hermano, nuestra fruta fresca, litros de agua y muchas muchas ganas de remojarnos y rebozarnos hasta que comenzaba a anochecer. Si teníamos suerte nos íbamos al Parque de Elche a los columpios, un parque muy distinto al de hoy.
Con la tele no teníamos muchos problemas: primera cadena y segunda cadena, y pare usted de contar. Con todo y con eso, siempre había algo interesante para los niños. Ahora doscientos canales y nunca hacen nada. La bola de Cristal los sábados, con Alaska, los electroduendes, Pablo Carbonell, los Monster…Los que no vivísteis esos años deberíais echar un vistazo a youtube porque nunca en la historia de la televisión se ha hecho nada igual. «Viva el mal, viva el capital».
   
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Ese iba a ser el verano de «Kit, te necesito». El coche fantástico nos dejó a todos en un nivel de alucine nada comparable al que Galáctica o V hicieran veranos antes. Ese coche que hablaba, hacía de todo, y ese Michael Knight (David Hasselhof) que era nuestro caballero andante. En fin, que para gustos, colores.
Foto: preguntasfrecuentes.

También los sábados clavaditos al sofá porque El Equipo A llegaba con ganas. Cómo me gustaba Fénix, cómo me reía con Murdock, qué ridículo me parecía M.A y cómo molaba ese «Me encanta que los planes salgan bien» de Hannibal.

He de decir que las primeras veces son las mejores. Las tropecientas reposiciones posteriores desvirtuaron un poquito ese encanto inicial para mi gusto.
Foto: youtube

Si te encantaba la música, por otro lado, como era mi caso ya que fui muy precoz en eso, probablemente estarías grabando con un radiocassete de tu padre o tu abuelo la música de la radio, con cuñas y anuncios incluídas. El dilema: ¿utilizo cintas de 45 o de 90? Porque, si te pasabas un LP a cinta, o te quedabas corto o te sobraba un montón, y eso, queridos, daba mucha rabia, porque te tocaba adelantar antes de darle la vuelta a la misma y volver a escuchar a Los Hombres G y Devuélveme a mi chica una y otra y otra y otra vez hasta que acertabas con el instante preciso.

Tocata era el programa estrella, y Vicky Larraz dejaba Olé -olé, para dar paso a Marta Sánchez, una tragedia. También sonaba Dress you up de Madonna, mi ídola de las ídolas. De adolescente mi habitación era un santuario. Rompía medias para hacerme diademas y me tuneaba los pantalones. Pero eso sería años después…De momento me conformaba con verla actuar y flipar en colores. 
Sonaba Georgie Dann -si, si, ya por el pleistoceno estaba pululando el tío- con el «mami que será lo que tiene el negro…».
A los niños nos volvía locos cantar esas cosas aunque sin saber qué cantábamos, y dudo que nuestras madres lo supieran, si no a ver cómo nos iban a  dejar berrearla cada vez que subíamos al coche.
Foto: sifonesantiguos
Porque esa era otra, para ir a la feria de Agosto del pueblo, los 300 y pocos kilómetros se convertían en un día entero de coche por carreteras tercermundistas, dentro del Renault 12 verde, que, alucinad, no tenía ni aire acondicionado, ni dirección asistida, ni CD. ¡Una locura! Y eso de ir con cinturón…por favorrrrrr…la generación de los supervivientes nos llaman.
Sin autopistas ni autovías, parabas a la sombra de los pinos a comer y en los bares de carretera, donde una pepsi en botella o un bitter kas eran, ¡oh Dios mío! un manjar de los dioses. 
Y llegabas el domingo, cuando mamá te plantaba, con 10 añazos como 10 soles, ese vestido de nido de abeja, con los zapatos de domingo y los calcetines de hilo, toda mona para ir a dar el paseo y tomar la picaeta de rigor. Entonces llegaba el momento de tomarte un heladito, y qué estrés, por favor, porque entre el Frigodedo, el Calippo o el Negrito la decisión era complicadísima…

Y si con todo esto te seguías aburriendo, te ibas a casa de la vecina, sin hora de llegada, o te bajabas a la calle, si tenías suerte de vivir en una zona en la que no transitaran muchos coches, a jugar a las canicas, las chapas o la rayuela.
Ya véis hijos, sin Clan, Disney Channel, ni Fusión, ni Nintendo, ni Wii, ni Warner, ni Terra Mïtica…
 Y qué felices.

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¿Y tú? ¿Dónde estabas hace 30 años? 

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