Hay 4 elementos que sé positivamente son inventos del diablo. Inventos ideados por gente mala, muy mala con el único fin de volvernos locos a los padres y si algunos estamos de los nervios, acabar de rematarlos. 
El celo a doble cara, el pegamento extra fuerte, la pintura de dedos y el forro adhesivo.
Este último es, sin lugar a dudas el peor peorcísimo de todos.

El celo a doble cara.
Pero vamos a ver, ¿para qué exactamente sirve este celo? Para hacer álbumes de fotos, y no hacer churrillos para adherir las instantáneas al álbum, ¿no?. Entre que sujetas un trozo y lo cortas se te van pegando los dedos y cuando menos te lo esperas te quedas sin porque te lo has comido desechando trozos. Supongo que será útil para hacer determinadas manualidades pero, si el Señor te ha otorgado muñones en lugar de manos como a mí, de poco te va a servir.
El pegamento extra fuerte. Que sí, que es útil. Que se despega un poquitín la suela de la zapa, pues ahí que le pones unas gotitas. Que se despega la tapa del libro del Pollo Pepe, pues corre y unas gotitas. Que la corona de Elsa ha perdido el diamante central, pues nada que unas gotitas no solucionen. Ahora bien, entre gotita y gotita te llevas la mitad de la epidermis de los dedos de las manos, y no me digáis que no. Te pasas una semana con las yemas despellejadas, y ese regustillo amargo en la boca por chuparte tus pobres y escocidas extremidades. Suerte si no se te queda un pegotito de pegamento seco en la boca. Esto sin contar que, la mitad de las veces lo sacas de la nevera y está solidificado en la punta, y ni con el cuchillo jamonero eres capaz de desatascarla, o bien el tapón está tan tan duro que no hay huitos de abrirlo, y te dejas los piños intentando morder con todas tus fuerzas. No, el macho alfa tampoco puede. A veces me saldría más a cuenta reemplazar el utensilio estropeado y cuidar algo más mi salud.
No tóxica-trasto-niño-forro-libros-post-blog-maternidad
La pintura de dedos. «Lavable. No tóxica.» Ya. Pues oiga, es un consuelo, porque no sé los vuestros pero, cada vez que los míos tienen un arranque imaginativo y creativo me toca hacer uso de trapos como para limpiar un hotel, o bien si es por iniciativa propia desaparece un paquete de toallitas Deliplus de un plumazo. En cualquiera de los casos, o mi economía familiar se ve mermada o me doy unas palizas quitando restos de pintura de los lugares más insospechados. Si a eso unes que la habitación es de madera blanca (sí, lo sé), no hace falta echarle mucha imaginación al resultado. Que será no tóxica y lavable pero por el amor de Cristo, a los niños hay que meterlos directamente en la lavadora, a ellos y al mobiliario que ha estado en contacto. Es un hecho contrastado.

Y la estrella, el forro de libros adhesivo.
Tema aparte merece el hecho de tener que forrar cosa de 15 o 16 libros para una niña de 6 años. Eso da para mucho debate. Pero es una realidad que:

   – Nos toca mayormente a las madres.
   – Es la muerte a pellizcos.
   – Nunca nunca quedan bien ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera….

Y es que creo que la clase de forrar libros me la debí saltar. Porque vamos a ver, recortas sobrando de los lados aproximadamente un cm. Hasta ahí no hace falta tener un doctorado en Ingeniería. Ahora bien, ¿Cuándo se recortan los laterales, antes de quitar el papel o después?.
Otra cosa, ¿Os habéis dado cuenta de que, por muy limpia que tengas la superficie en la que estás forrando, por mucho Don Limpio que hayas usado o Pronto, el forro es capaz de sacar las motas de polvo más minúsculas? No hay comunidad de ácaros, pelusilla o pelo que el forro adhesivo no detecte y, ¡Oh Dios mío! Una vez forrado ves ese cabello ahí, en medio de la tapa, debajo de Matemáticas 1, y ala, ten arrestos de despegarlo sin llevarte cachos de la portada por delante.              
Luego las burbujitas. «las explotas con un alfiler» Ya, pero si todo el libro es un campo de burbujas, al final te sale más a cuenta embalarlo que forrarlo, ¿no?
Si te sale una arruga estiras de un lado y te sale del otro, es así. Y al final, a las once de la noche, te pones a llorar de la desesperación y del resultado tan cutre que, pese a tus esfuerzos y buena voluntad, estás consiguiendo. Y la vergüenza de tu hija, a la que conocerán como la de los libros «malforraos».

    – «Cariño, ¿lo hago yo?
   – «No, que tú no sabes»

Buen momento para callarse.
La cuestión es que yo no he terminado aún y me pregunto, ¿quién me mandó comprar forro adhesivo en lugar del normal de toda la vida de Dios? «Es que queda mejor». Y un mojón de pato como diría aquél.
Que no me pillan más en una de estas, palabrita de trimadre.
Y lo mejor, he descubierto que venden portadas para libros ajustables. Me da igual el precio así tenga a los niños a pan y agua durante un trimestre, pero a Don Forro pongo por testigo que es la última vez que paso por este calvario. 

Me llamo Vanesa y NO SÉ FORRAR LIBROS.

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