Hoy ha sido uno de esos días largos, pero largos, larguísimos, interminables, eternos, espesos e intensos.
A ver, que comenzarlo a las 3 y media de la mañana no es que haya ayudado mucho, la verdad, y que el respectivo no haya aparecido por casa en 24 horas tampoco.
Que no, que no nos hemos peleado, que son cosas de trabajo (ay que ver, que tiene una que estar en todo…).
El caso es que, entre llevar y recoger a unos y otros, comida, peleas varias, casa, perra, mudanzas, armarios, a lo tonto nos hemos metido en las 8 de la tarde, automatizando cada movimiento, sin pensar, sólo ejecutando porque si llego a gastar algo de energía en trabajar la sesera me habría desplomado en cuestión de segundos.
Y quiero compartir algo que ha cambiado mi estado 180 grados, para bien, por supuesto, y que supone todo un orgullo para una servidora.

Mientras colocaba y clasificaba ropa, la mediana, con su verborrea incesante, de repente deja de hablar de cosas insustanciales para mí, pero de vital importancia para ella, porque hoy tiene uno de esos días preadolescentes-precocísimos en los que su existencia es una auténtica tragedia griega (es para conocerla, pero que sepas que, cuando está cansada su vida apesta y es lo peor con diferencia). Pues eso, que deja de hablar y me dice:
– Mami, ¿cuánto llevas haciendo cosas hoy?
– Pues todo el día hija.
– De esta casa hoy la más cansada eres tú, y luego Rodri porque no ha dormido, y luego yo porque no veas como he trabajado entre el cole y tal y el último Alejandro, ¿verdad? Y Kiara nada porque está todo el día tumbada aunque mi hermano diga que es un perro guardián…
– Bueno, ya queda menos para acostarse.
– Es que hay que hacer muchas cosas. Pero…digo yo que entre todos podemos hacer las cosas ¿no? Hay cosas que podemos hacer, ¿eh, eh? Como…poner la lavadora, bueno la ropa y tal. Y la colada…
– Es lo mismo hija.
– Y planchar…bueno planchar no que somos pequeños y papá no sabe. Pero poner la mesa sí, y hacer desayunos y meriendas, y bañarnos…Así tú no estás tan cansada.
– Entre todos colaboramos. claro hija.
– Y no te preocupes porque, como te dije el otro día, cuando parece que todo sale mal. seguro que pasan cosas buenas. Cosas malas, y cosas buenas, cosas malas y cosas buenas. ¿Ves? Como hoy estás cansada, seguro que mañana va a ser un día MARAVILLOSO.
 – Pues seguro que sí cariño, cada día pasa algo bueno, por supuesto.
– Además, en cuanto se solucione la ruta de Rodri, terminéis con lo de la mudanza -que ya queda menos, ¿verdad?- ya no estarás tan cansada ni tendrás tanto que hacer. ¿Verdad?
– Ya queda menos bichito, claro. Venga, vamos a dejarlo por hoy, ¿si?  A por los pijamas…Espera, que te voy a comer esas mejillas un poquito…
 Y…¿qué más puedo añadir?

Que por cuesta arriba que se te puedan hacer los días, siempre encontramos el aliento necesario donde menos te lo esperas.
Hoy ha sido la sabiduría infantil de mi 6. Mañana puede ser un abrazo de mi casi 8. Pasado el saludo de un desconocido por la calle. Cualquier cosa.
La verdad es que yo no he tenido que estar muy atenta a las señales. Tengo todo un filón durmiendo justo en la puerta de al lado: mi preadolescente-precoz que como siempre ha estado INMENSA.

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