«Veroño llegó, veroño llegó, y hojas secas no nos dejó…»

   Así tuneaba Mar, la profesora de infantil de la mediana por entonces, la canción del Otoño hace un año ya. Había conocido de boca del omnipresente y graciosete Roberto Brasero esa quinta estación, cajón desastre para el descontrol de anticiclones, borrascas y frentes que estábamos sufriendo y que parecía que no se iba a marchar nunca. Y al final lo hizo, pero a principios de noviembre.
   Pues este año vamos por el mismo camino. Cuidado que nos ha salido caprichosillo el susodicho, manejando temperaturas y humedades a su antojo, pasándose el rigor estacional por el forro de las isobaras, en fin. rebelde sin causa.
   16 de octubre, y estamos tal que así.
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   Yo no voy a entrar en que si el efecto invernadero, que si la capa de ozono…porque son temas serios que compete explicar a gente lista gracias a la cual sabemos que existen estas cosas. Dios me libre.

   Yo lo que sé es que el veroño es un ASCAZO, así en mayúsculas, porque de un resfriado tonto a la locura máxima hay una delgada línea. Y yo me estoy aproximando peligrosamente a ese límite…
   Que llegan las 7 y media de la mañana y tienes que vestir a la tropa.
  Preparas al mayor y enfundas los uniformes, planchados y monérrimos a los otros dos. Y tú, pues te plantas unos vaqueros y una camiseta molona. Pero, ofú qué calor dan los pantalones largos. Si es que no hace tiempo aún, y te cambias. Mejor, con un vestido mejor.
   Y sales a la calle.
   Ay, alma de cántaro. ¿Es que aún no sabes que la temperatura en casa NO es la misma que la de la calle? Nunca, never, jamais.
  Conforme avanzas comienzas a notar un biruji que va subiendo desde la punta de los pies y se te agarra a las raíces de las mechas. Pues hace pelete -piensas-, pero nos damos una carrerita y entramos en calor.
   Y a los diez segundos empieza la fiesta: «Mami, tengo frío, mami me duele la garganta, mami se me congelan los brazos», gimen las criaturas con los labios temblorosos y azulones.
   Pues mañana no me vuelve a pasar, vive Dios.
 Y llega mañana, y plantas los uniformes, planchados y monérrimos PERO esta vez al del chandal le plantas el de invierno y al del uniforme de calle le plantas el jersey. Si, si, ese gordote pero oye, que ya va tocando. Y tú te enfundas, hoy sí, los pantalones largos y una cazadora.
   Qué gustazo, madre mía. Así da gusto salir a la calle. A mitad de camino la mediana comienza a ponerse roja, pero muy roja,

– «Mami, tengo mucho calor»
– «Dame la sudadera, venga»
– «Pero ahora tengo frio»
– «Póntela»
– «No, mejor no, que tengo calor»

   Y el pequeño, que comienza a ponerse como los tomates, 

– «¿Y tú tienes calor?»
– «¿Yo?Nooooo».
– «Vale»

   Entonces te das cuenta de que estás transpirando a dolor y te sobra absolutamente todo lo que llevas, ni te digo calcetines y Converse.
   Llega la hora de recogerlos. El mayor, que no lo he dicho pero que ha salido enfundado, lleva en la mochila la cazadora, la ropa y le han puesto la muda de verano porque estaba asado en clase. 
   Cuando llegamos a por sus hermanos el pequeño continúa con el jersey, tiene el pelo empapado y parece un tomate madurito, madurito.

   -«Pero hijo, ¡quítate eso»!»
  – «Sí, bueno, a lo mejor tengo un poquito de calor mami»

   Y es que la bendita profe, la pobre bastante tiene con 36 niños como para estar pendiente. Y si él no ha querido quitárselo…Ala, jersey fuera. Empapado. Diossssss…
   Todos descalzos ya en casa y en bermudas. Qué bien…
   Que ruede el agua por favor, que ruede.

   Pero llega el turno de tarde y las extraescolares.
   Un sol de justicia a las 4, y a las 5, y a las 6. Pero, si ese día es de los que salen a las 7, el camino de vuelta es un constante «Tengo frio, tengo frio, tengo frio» y si llevas las chaquetas de la mañana «Tengo calor , tengo calor, tengo calor». 
   Tú te pones, te quitas, el foulard, la cazadora, vas haciendo striptease parcial todo el camino, con complejo de perchero entre mochilas, chaquetas y enseres varios.
   Y al llegar a casa llega el temido «¡¡Atchís!!».
   Si pones pijama corto, frio. Si pones largo te dan los mil males solo de ver ese algodón 100% rozar las piernecillas de tus particulares pollitos asados. Si los tapas con colcha mal. Si los destapas peor.
   Porque en un día hemos pasado de los 17 grados a los 27 sin pestañear, con más de un 70% de humedad que hace que las temperaturas, como diría aquél de la casa «Se magnifiquen».
   Porque el mediterráneo tendrá muchas cosas buenas, pero la humedad no es una de ellas, Y ya puedes abrigarte que lo tienes todo perdido. Me rio yo de Teruel, con todos mis respetos Antonio. Vente en invierno pa Melilla y me cuentas.
   Porque en Octubre los cuerpos no están para estas cosas, ni para ir a la playa, ni para ir en titrantes, ni para apetecer tomarte un helado cuando los puestos de las castañas ya asoman por las esquinas.
   Veroño, hijo. deja paso al Otoño, que me tienes hasta el moño.

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