– Mami, mami, ¡ay mami que se me mete el pelo en el ojo!¡Ayyyy!
– Pero si te lo cortamos hace…a ver…un mes. Pues sí te ha crecido, sí. A ver si esta semana vamos.
O la siguiente. O la otra. O ya si eso la de después.
Total, que el rubio, a lo tonto, se va pareciendo cada día más al primo grunge de Bon Jovi, todo rubito y melenudo. Y no hay por donde pillarlo.
Ni aunque lleve la cabeza chorreando repeinado al colegio, ni con gomina, ni con gorra. Que no. Que necesita un corte de manera urgente urgentísima.
Pero claro, en la vida de una hay prioridades, muchas, y la estética capilar de mis cachorros no suele ser una de ellas. Así nos va.
El caso es que, el miércoles por la tarde encuentro una circular del cole en la que ¡oh sorpresa!, el lunes se convoca a las criaturas para la foto de rigor navideña, con los mejores uniformes de gala. Y, como no podía ser de otra manera, Murphy tiene a bien en ponerme la zancadilla una vez más. ¿Cómo? Pues haciendo que el padre de los retoños se encuentre en la península por motivos de trabajo hasta el domingo.
¿Y ahora qué?

   «Llévalos a todos»

Ya, claro.
¿Te tomas la leche cortada del Tetra Brick?
¿Cruzas la calle con los ojos vendados?
¿Te gusta beberte el café en ebullición?
¿Tienes por costumbre tatuarte poemas de Espronceda en el antebrazo con un punzón infectado?
¿NOOOO?
Pues hay cosas que yo tampoco me atrevo a hacer. Y punto.
Y mientras la mediana, ideal-de-la-muerte se prueba lazos de distintos tamaños en su media melena para el acontecimiento en cuestión, yo, un domingo por la tarde, me agarro los machos y me tiro al ruedo.

– ¡¡Pequeeee!!! Ven, que mamá va a cortarte un poquitín el pelo. ¡Ya verás qué guapooooo!
– ¿De verdad mami? ¡Uauuuu! 

Sí, sí, uau hijo, uau.
Así que me dispongo a alcanzar las tijeras de la costura -más de adorno que de otra cosa, todo hay que decirlo-, robustas y afiladas y no, no están.
No sé qué me inquieta más, no saber dónde están ese pedazo tijeras que pesan un quintal o saber que la opción B son las tijeras de la cocina algo oxidadillas y viejunas.
Pero en fin, que pa cuatro pelillos de bebote tampoco hace falta un Set Llongueras, ¿no?
Y allí voy, lo siento en una banqueta, le mojo el pelo, le hago la raya en medio y empiezo: un dedito por este lado, por el otro, por el lateral, por el otro, la melena de detrás…¡ay que se atasca la tijera!…espera que suelto el peine y le agarro el mechón, así, a ojo. A ver…uy, no está parejo, un poquito más de aquí, espera esa patilla…¡ay mami, que me tiraaaaaas!…pero ¡no te muevas hombre que no sale bien!…uf, aquí he cortado demasiado, tendré que cortar por aquí…vaya…y el melenón de detrás, espera ¡zasca!…ostras, tiene casco y un lateral casi rapado…Ups…voy a moverlo a ver si dando efecto despeinado…
¿Conocéis esa sensación en la que hacéis algo tan sumamente fatal y, aunque nadie os mira, os ponéis colorados rojo bermellón?
Pues esa fue mi sensación al ver la escabechina, tras haberme escondido en el otro aseo para ahogar la risa nerviosa y limpiarme el sudor frio que me corría por la frente.

– Pero ¡si le has dejado marca mamá!
– ¡Calla niña!
– Pero..¡si estás súper mono! Mira qué guapo
– ¿A ver?¿Me subes?
– Si hijo sí
– ¡Qué guay parezco un guerrero!
– ¡Ay Dios!

Fuente: Bill Watterson
Gracias a las modas desestructuradas y horrorosas juveniles que enganchan inexplicablemente a nuestros hijos. Gracias. 
Ahora, según la mediana, va a resultar que he creado tendencia. Lo que hay que oir: «va súper popular mami»
Sabed que los desastres así son peores aún por la mañana, con el pelo seco y abombado. 

Lo he bañado en espuma, con raya al lado, repeinado, mirando y remirando a ver si encontraba algún ángulo bueno pero nada, que no.

Afortunadamente los lleva y recoge mi media mitad, con lo que oye, me evito las miradas y el escarnio público al menos de forma frontal.
Y no, no sirvo para la noble labor de la peluquería. Otro don más que se saltaron en el reparto al nacer.
Ahora sólo queda apretar fuerte los puños y cerrar los ojos deseando que pasen las dos próximas semanas rápido para que «eso» crezca y alguien pueda arreglar esa calamidad.
¿Qué pasa?
No soy perfecta.
¿Y tú?¿Tienes algún secretillo dobre retoques capilares inconfesable? ¿Eh?
 

Después de

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