Hoy es 3 de Diciembre, Día internacional de las personas con discapacidad.
Es el día en el que se trata de dar un golpe de efecto para visibilizar y dar presencia; el día para concienciar sobre la importancia de eliminar barreras de todo tipo, no sólo físicas, sino emocionales y sociales para disminuir diferencias.
Porque esas discapacidades muchas veces pueden reducirse con mayores oportunidades, alternativas y recursos.

Mi hijo nunca será capaz de colgar un abrigo él solo. Nunca. No si el perchero se encuentra en el aula a un metro sesenta con respecto al suelo. Sus hermanos pedirán ayuda, pero él no podrá porque no habla. Si ese perchero está colocado a su altura, todos los días será suficientemente autónomo para colocar la mochila del colegio y su abrigo. Una dificultad menos en el camino y un paso más para la autonomía.
Con adaptaciones esas discapacidades pueden convertirse en menos.
Y si les dejamos, tratamos de confiar en ellos, les permitimos equivocarse, nos sorprenderemos de los logros que podrán alcanzar y que nunca pensaríamos.
La sobreprotección nos protege a nosotros, los cuidadores. Nos da seguridad y nos quita miedos. A ellos les corta las alas.

Mi hijo de cada 10 veces que bebe agua solo, 9 llena el suelo. Charcos. Y toca pasar fregona. Pero una vez, ¡una! la ha realizado con éxito y 9 son aproximaciones.
Cuando coge la cuchara necesitamos un pollo que vaya recogiendo todo lo que se va cayendo alrededor, pero cada vez menos. Cada vez logra una mayor perfección, Lentamente, sí, desesperante, también, pero para nosotros; para él esos ritmos son los que su cerebro marca. Y hemos de respetarlos por muy frustrante que pueda parecernos.
Ahora le tocan el turno a las deportivas, no solo poner los cierres de velcro, sino meterse cada una en su pie. Nos queda mucho pero eh, tenemos todo el tiempo por delante.

Ya nos lo dijeron su tutora y apoyo: hay que exigir, más de lo que pensamos. Porque a mis ojos es un bebé grande, pero es un casi adolescente, y tengo que empezar a ser más firme. Y cuesta, mucho.
Pero ver en sus ojos la alegría de sentirse mínimamente independiente, me reafirma en que es capaz de cosas que yo no sospecho ni de lejos. Necesita sentirse reforzado y parte de una comunidad, de una familia.

Hoy dedico este día a sus profesores y personas que día a día entregan su vocación, su fuerza, su tiempo por darle las herramientas necesarias para ser la mejor versión de sí mismo, y reconocer la enorme labor que desde la educación especial se realiza por nuestros hijos. Cada día, durante el resto de sus días.
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Hoy también os invito a mirar a vuestros pequeños, a hablar de inclusión y diversidad con ellos, a contarles cuentos y experiencias, a normalizar la diferencia.
Porque ellos miran más allá de las etiquetas y los prejuicios, no temen preguntar, no temen acercarse, no temen ser cuiriosos, no temen porque ¿qué han de temer???
Seamos niños hoy, perdamos el miedo de lo que no conocemos.
La discapacidad está a nuestro alrededor, todos somos susceptibles, todos nos haremos mayores.
Trabajemos por un mundo más igualitario, inclusivo, feliz para todos, PARA TODOS.

Yo voy a seguir reivindicando y haciendo lo que hago: visibilizar otras realidades, porque si no se conoce dificilmente se puede normalizar.
¿Me seguiréis acompañando?

 

 

 

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