Recién nacido Rodrigo, el mayor, recibió uno de los regalos, por no decir EL regalo que más hemos amortizado. A día de hoy, sigue con él, con el desgaste propio de ocho años, pero inseparable, y francamente, no sé si llegará el día en el que quiera reemplazarlo.
Me refiero a nuestro querido Kico Nico de Imaginarium.

Su prima Sofía se lo regaló y lo trajo bautizado de casa: su hijo Pau, haciendo gala de esa mente adolescente algo retorcida, lo llamó Cherni, porque decía que parecía un peluchín de Chernobyl.

Sí, lo sé, lo sé, de mal gusto pero así se quedo, como Cherni, su adorado y blandito y viejecito Cherni.

 

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Estos peluches son la insignia de la cadena de juguetes. Todo un mundo infantil se mueve alrededor de la familia de «Nicos», muñequitos, menaje, cuentos, prendedores, doudous…Algunos se han ido, otros son novedades, pero la esencia del Kico Nico continúa.

«No es sólo un muñeco», aseguran en IMAGINARIUM. Es un compañero desde el minuto uno, imperfecto, con taras. Una oreja más grande que la otra, cicatrices y una cabeza enorme, pero con una sonrisita de felicidad que enamora en el primer contacto, y que viene a decirnos que las diferencias no importan.

Suave, blandito, tierno…

Rodrigo lo tuvo consigo en el carro y en la minicuna hasta el día en el que de repente lo agarró con su manita y no lo volvió a soltar.

Compramos, un par de años después un segundo Kico Nico porque cuando había que lavarlo, o no lo encontrábamos se desataba Troya, pero no. No hubo manera de crear ese apego con el segundo. Dormía con los dos, pero el primero, el original, siempre tenía que estar ahí, y yo secando de vómitos o de leche o de lo que fuera al peluche en el microondas, el radiador, con el secador en no pocas ocasiones.

 

Su hermana también fue una de las afortunadas en tenerle como primer amigo, y también le compramos un segundo, aunque a ella le daba un poco igual si era uno u otro. Casi siete años después, los busca para dormir pero como costumbre, ya que puede dormir sin ellos sin problema. Eso sí, le reconforta cuando está enferma o se siente triste. Son sus Chernitas.

El pequeño tiene uno, Chernito. Uno porque nunca le hizo caso, pero él es así, va a contracorriente. Prefiere dormir cada día con algo distinto, o por temporadas. Puede ser una rata de peluche, una mariquita o el tapón de una botella. Genio y figura.

Nuestro Cherni ha pasado con Rodrigo noches de fiebre, de convulsiones, quirófanos, mudanzas, viajes…Ha servido de consuelo ante malestares, ha sido el actor principal de musicales interpretados a la hora de dormir por una servidora. Ha sufrido lanzamientos aéreos, se ha colado por rendijas, ha sufrido misteriosas y angustiosas desapariciones, pero ahí sigue al pie del cañón.

Aunque el tiempo no pasa en balde y Cherni no es lo que era. Ha sufrido numerosas intervenciones a corazón y cuello abierto. Implantes de orejas y remiendo.  Rellenos adicionales…Y conforme pasa el tiempo resultan más difíciles los primeros auxilios: la tela se va deshaciendo al paso de la aguja e hilo.

 

Y no tenemos manera de sustituirlo.

 

Mi hijo tiene una impronta especial con él.

Cuando entra en fase de sueño, con los ojos cerrados lo acaricia con las yemas de los dedos: orejas, brazos, nariz,…hasta que se va relajando y se queda profundamente dormido. Si despierta de madrugada a tientas lo busca, llegando a bajarse de la cama o montar un buen escándalo, y después la sonrisa de felicidad por haber encontrado a su amigo.

Cada vez que tenemos que hacer un viaje lo primero es revisar la medicación y su peluche. Lo demás es secundario, ya se puede hundir el mundo, que si están juntos todo va a ir bien, sea en Madrid, Melilla o la otra punta del universo.

 

 Y yo, no puedo evitar sentir un pellizquito cada vez que lo recojo, lo coloco en la cama, lo lavo, lo abrazo, porque huele a mi bebé. Da igual el suavizante o el jabón que utilice, huele a él, y de pronto las hormonas se me revolucionan y el instinto maternal se me destapa, apareciendo mil emociones.
Sé que con 8 años no debería tener ese apego a un peluche, pero tampoco es un niño de ocho años al uso, ni posee su madurez ni edad cognitiva.
Bastantes problemas de sueño tiene como para además sumarle la angustia de no tener a su amigo inanimado del alma.

Para mí Cherni, nuestro Kico Nico es el mejor peluche del mundo, y es el regalo a recién nacidos que hago por defecto. Que seguro los papás se irán juntando con más de uno, pero nunca serán suficientes.

Y sólo puedo decir gracias a sus creadores, por traer al mundo a este peluchín imperfecto para mi hijo imperfecto.

 

(No es un post patrocinado)
¿Conoces estos peluches?¿Tienen tus hijos alguno?