Una de las cosas que a los padres de los niños con necesidades especiales más nos preocupa es su independencia, o más concretamente, su capacidad de autonomía.
Nuestro caballo de batalla es trabajar, de manera paralela a todas las terapias físicas, cognitivas, y sensoriales, para conseguir pequeños logros que le permitan realizar acciones por ellos mismos, por insignificantes que puedan parecernos.
Una vuelta en la colchoneta, alcanzar un objeto, ponerse de pie para conseguir algo, coger una cuchara, abrir una puerta…en fin, que según cada niño, cada afectación, habrá unos logros u otros por alcanzar, pero siempre los hay, siempre, y son igual de satisfactorios.

Nosotros, en estos ocho años hemos conseguido grandísimas hazañas, algunas de las cuales jamás pensamos que llegarían: andar con más de dos años, saltar con casi siete, correr (desgarbado, pero corre), abrir un grifo y lavarse, o al menos intentarlo, aprender la rutina del lavado de dientes, quitarse gran parte de la ropa…
Gestos que a él le satisfacen enormemente y a nosotros, por un lado nos alivian, y por otro nos reconforta a más no poder.
Y ahora nos encontramos en la fase «Soy el más ordenado del mundo y además quiero hacerme la comida yo solito».
Sí señores, porque aquí donde le véis, no puede ver nada por los suelos. Es un maniático encantador.
Y, además, ha decidido que el desayuno es cosa suya. Bueno, el desayuno, la comida y la cena, porque si por él fuera, las tres comidas del día serían tazón de leche con cacao y galletas, bizcocho, pan o lo que se tercie.
Así que, todas las mañanas, bien por motu propio o bajo instrucciones verbales «Saca TU leche de la nevera (la de soja)», él acude a la nevera y la saca, y de paso la de los demás, que es así de dispuesto. Después coge la caja de las galletas, o la bolsa de las magdalenas, o la tapa del expositor del bizcocho…, coge su cacao sin azúcar, saca una cuchara del cajón e intenta alcanzar las tazas o vasos a los que no llega.
En la casa de Madrid todo estaba a su alcance por lo que era mucho más sencillo, pero en esta «de prestado», no es así. Muebles altos, baldas inalcanzables..
Así que, decididos a no perder esta autonomía que tanto nos aporta a todos, nos planteamos que lo que debíamos hacer erra facilitarle la tarea a él y por extensión a los hermanos.
Aquí no tenemos Ikea, y es una de mis peores pesadillas, las cosas como son, porque los que me conocen saben que mi casa y vida es una oda a esta forma de vida, y con tres niños más. Pues bien, como no podemos hacernos con uno de esos carros tan chulos color mint de la nueva colección, tuvimos que conformarnos con comprar uno, que la verdad, no es tan bonito, pero cumple su propósito a la perfección:
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   Como véis, tiene a su disposición tazas, caja de galletas, cucharas (las de metal están en el cajón y no tiene problemas).
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   Las fiambreras y bolsas de desayuno de los tres, además de más menaje.
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   Y los elementos del desayuno. Los cereales, bizcocho casero, frutero y pan se encuentran en sus lugares correspondientes a los que tiene acceso.

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Como véis sencillo, pero facilitador. 
La idea es que conforme crezca y alcance, ir retirando esas facilidades para que ubique los elementos en el lugar correspondiente, pero, mientras tanto, Rodrigo sigue siendo autónomo y sólo le queda desarrollar la habilidad y fuerza motriz para cerrar el tetrabrick y verter la leche sin derramar el litro enterito.
Pero ya os lo digo, dadle tiempo porque lo conseguirá.
Y vosotros, ¿cómo fomentáis la autonomía de vuestros peques?

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