Todos los veranos, desde hace cuatro años, aprovechamos las vacaciones para que nuestros hijos reciban cursos de natación.
Por mil motivos.
Porque «su pueblo», el lugar donde reside la familia, es Benidorm, un lugar costero y es impensable que alguien no pueda dsifrutar del mar.
Por la libertad que ofrece el poder estar en ese elemento y sentirse seguro, sin miedo.
Y por necesidad, y gracias a ello ayer evitamos una tragedia.
Nuestra máxima inicial ha sido siempre que aprendan a flotar, respirar y mantenerse hasta que llegue un adulto. A partir de ahí ya llegará la técnica (o no).
La mediana lleva cuatro veranos, el mayor tres y el pequeño dos. 
Ahora esperamos poder seguir este invierno dado que el colegio por fin tiene la piscina operativa.
Además, es que les encanta, tenemos tres niños acuáticos.
¿Y todo esto a qué viene?
A la necesidad de que los padres entiendan -entendamos- que los pequeños DEBEN aprender a aguantar la respiración y flotar como mínimo para sortear cualquier dificultad y evitar accidentes futuros, porque del «no va a pasar nunca» al «ha pasado» hay una fracción de segundo, y ayer nosotros estuvimos a punto de vivirla. 
Cuando vamos a la piscina o al mar nuestros ojos no se despegan de los tres. No hay revistas, ni móviles ni nada de nada. Creo que es bastante evidente cuando se trata de niños pequeños.
Es verdad que la piscina para ellos es un entorno controlado, donde se mueven a la perfección. Pueden lanzarse en el lado profundo sin problema y llegar nadando, con mayor o menor destreza, o buceando a las escaleras o bordillos, y ahí estamos más relajados.
La playa es otro mundo, de hecho, al mayor no le gusta nada porque no controla el espacio, y tampoco le forzamos.
Ayer acudíamos a un parque temático con una zona de Spa que dejamos para el final. 
Una amplia zona de baño, muy chula, muy mediterránea, con música, llena de jacuzzis, chorros, distintos niveles…llena de gente de todas las edades. 
A ambos lados había unas fiuentes donde la profundidad era de 1’40 -casi nada para un adulto-, y es la máxima de todo el lugar.
Mi hija me pidió que la acompañara y lo hice, mientras mi marido jugaba con los otros.
Fuente: tripadvisor
Pasó la tarde, y entre carreras, chapoteos, al final el mayor se cansó y se salió. Tras ver que los otros dos estaban por la zona de la orilla seguros, mi marido y yo salimos corriendo detrás de él para cambiarlo porque iba perdiendo el pañal de agua, y, mientras uno lo desvestía el otro sacaba la ropa de la mochila.
Y entonces escuché a la mediana gritar «¡Papáááá!».
«Ya están enganchados otra vez», pensé yo.
Y volvimos a oir «¡Papáááá!».
Mi marido me miró y gritó: «¡Se está ahogando!». y yo grité un «¡Sí!» mientras veía en la zona de 1’40, la de los chorros, a los dos hermanos asomar y hundir sus cabezas.
Luis salió corriendo por encima de hamacas y se lanzó, sin profundidad, y en cinco brazadas los tenía ya sujetos. Mientras yo tratataba de localizar a algún socorrista de los tres que había visto hacía cinco minutos, pero nada. Sólo uno y en una roca en la parte superior.
#Lade7 entró en un estado de ansiedad mientras el pequeño lloraba y sólo atinaba a decir «ha sido culpa de Aitana». Estuve haciendo ejercicios de respiración y relajación, dejándola que se desahogara. Nos inventamos un mundo para que pensara en él y tras cenar me acosté un rato con ella.
Parece ser que mientras jugaban en la orilla se fueron desplazando viendo lo cerca que estaba. Cuando quiso darse cuenta la niña, su hermano se ahogaba y ella fue a sujetarlo. No lo soltó en ningún momento. En el instante en el que vió que no podía fue cuando entró en pánico. 
Le dijimos que había sido muy valiente, y que habían aprendido una gran lección.
Al final durmieron ambos -no se atrevían-, y hoy, último día de clase aunque no quieren ir lo van a hacer, porque lo último que pueden sentir es miedo.
Esto, que se quedó en una amaraga anécdota, podía haber acabado fatal de no haber sido mi hija bastante diestra aguantando respiración y moviendo piernas, además de la resistencia entre otras. Si no hubiera sujetado a su hermano habría llegado al borde sin problemas, pero él no.
Es imprescindible, imprescindible, tener unas nociones mínimas. No pensemos que por vivir en secano, porque son pequeños, que si ya aprenderán… De verdad. No hablamos de ser nadadores de competición. Hablamos de necesidad. Recordemos que un niño puede ahogarse en 30 cm y en un minuto.
Y de que los padres no podemos despistarnos ni un instante, porque la angustia y la culpabilidad que te atormentan no te dejan ni un segundo. Doy fe de ello.
Basta una fracción de segundo…

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