Actitud-amor-odio-Melilla-blogger-ciudad
Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.
Lo peor es perderlo dos veces y no acordarte de ello.
Es algo parecido a lo que durante este año me ha sucedido.
Ilusiones hace casi 365 días por la mudanza. Regresar a una ciudad que me dio tanto: momentos maravillosos, amigos, experiencias personales, profesionales, interculturales…de la cual me fui llorando, como reza la tradición.
8 años después, la emoción me podía al saber que volvíamos, no voy a engañar a nadie, aunque mi otra mitad lloraba por dejar la capital porque una al final pertenece al lugar donde echa raíces, independientemente de donde naces o te crías. Es así.

Vaya por delante mi amor por esta Melilla, pero es verdad que, haciendo balance, hoy por hoy si hubiera tenido oportunidad no hubiera vuelto…y lo digo con cierto tono de amargura.
Me siento materialista. Sí. 
Por no tener a mi alcance todos los comercios, tiendas, centros comerciales, establecimientos a los que estoy acostumbrada.
Por no poder hacer compra online en prácticamente ninguna tienda y si te dan la oportunidad pagar precios exorbitados de gastos de envío, más gastos, más plazos de entrega que se duplican o cuadruplican.
Por tener que pagar más cara cualquier cosa.
Porque querer viajar a la península para ver a la familia, para asistir a unas jornadas, a un evento o disfrutar de los amigos, se convierta en un capricho de lujo y te cueste medio sueldo en barco y otro medio en avión si no lo haces con dos meses de antelación. Nadie sabe la de cosas importantes para mí, muchas, que me he perdido por no estar dispuesta a pagar un precio abusivo de billete. Increíble que los transportes no tengan otra consideración sabiendo que son la única alternativa para salir de estos 14 kilómetros cuadrados.
Por querer hacer la compra un día a las 7 de la tarde sin que parezca que ha pasado un holocausto nuclear y estén la mitad de los estantes vacíos. Por tener que volverme a casa con la cesta medio vacía. Por pagar un artículo más caro. Porque mi gasto mensual en comida es mayor que en una ciudad que se supone es cara como Madrid. 
Llámame maniática o poco flexible por quejarme de los horarios escolares. Por jornadas continuadas sin comedor con extraescolares que comienzan a las 4, por la dependencia extrema de abuelos y muchachas para cuidar a los niños en detrimento de una conciliación real. Repito, que te cuiden a los niños NO es conciliar. 
Llámame tiquismiquis por querer una educación especial de calidad para mi hijo. Las comparaciones son odiosas, y sin entrar en detalles, sólo diré que mi hijo ha pasado de un ferrari a un seat panda. Afortunadamente tenemos la posiblidad de trabajar con él en casa más tiempo. Eso sí lo hemos ganado. No es personal. Es lo que hay.  
Llámame paranoica si voy mirando hacia atrás cuando entro en un callejón o salgo a la calle cuando ha oscurecido, Hace 12 años salía por la noche, volvía. Ahora no me atrevo. respiro inseguridad. NO lo digo yo, lo dicen las encuestas y las denuncias ciudadanas. 
Llámame quejica por querer ocio alternativo para los pequeños, además de plazas y parques. Cuentacuentos, talleres, museos para estimularles…no sólo  de bicicletas, patinetes y millones de extraescolares vive la infancia, De verdad.
Llámame pejiguera por querer neuropediatra, oftalmólogo, odontopediatra, genetista,…profesionales especializados en niños con discapacidad. Poder pedir cita de urgencia en traumatología y que me den para un mes.
Melilla-Vieja-blog-turismoY no digo esto con rabia, ni resentimiento, sino con pena. Porque me encanta esta ciudad, me encanta su luz, ese mar, mi gente, me encantan los contrastes. Y me gustaría que avanzara, no sólo en contar con mejoras en servicios -que las hay- porque en esencia sigue igual, poco ha cambiado. Y debe cambiar.
Por lo pronto, afrontaremos estos próximos dos años nunca desde el conformismo, seguiré siendo quejica y quisquillosa, pero tratando de amoldarme sin perder las ganas de mejorar y avanzar. Porque eso de donde fueres…no va conmigo.
Seguiremos disfrutando con los peques, trabajando en casa con el mayor, aprovechando el gran colegio de los pequeños y lo que el buen tiempo nos da para compartir más momentos en familia y con los demás, momentos que este año han brillado por su ausencia por lo difícil de organizarnos.
Vamos, con actitud.

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