Hoy vengo con una de reivindicación y cabreo, a partes iguales.
Cuando decides compartir tu vida con una persona que se dedica a la vida militar o similiar, aceptas que a partir de ese momento tu historia va a ir ligada, inexorablemente, a una serie de condicionantes como son los horarios que, en ocasiones, pueden ser de todo menos conciliadores. Servicios, guardias, jornadas continuadas, maniobras, comisiones, actos, misiones, etc. Asumes que habrá no pocos momentos en las que estés sin ayuda. Es lo que hay. Y lo aceptas.
Claro está, esto dependerá del destino, del cuerpo, de la especialidad…
Podrás integrarte más o menos en un determinado estilo de vida, aquí cada cual que haga de su capa un sayo, pero oye, lo vas capeando.
Y entonces llega el cambio de destino, el traslado. Por ascenso, por vencimiento de plazos, forzoso…y te encuentras con una noticia que te descoloca: «Cariño, en dos meses nos vamos destinados a tal ciudad, a unos 800 km de casa…», en el peor de los casos un destino que no quieres, o que se encuentra en la otra punta del país, o como poco donde no conoces a nadie y no cuentas con ninguna red de apoyo. En el mejor de los casos y con suerte, un lugar que conoces y todo te resulta infinitamente más sencillo.
Tomas aire y empiezas a buscar información sobre la ciudad en cuestión. Ya se sabe que anticipar disminuye el estrés y conocer al enemigo de antemano es una gran ventaja.
Pero claro. Mira tú por donde, los destinos no suelen resolverse en marzo, ni en abril. No. Por algún extraño motivo suelen publicarse las resoluciones definitivas en verano, bien para incorporarse en septiembe, o más adelante.
Si eres joven y alocado y no tienes responsabilidades, pues como que la aventura incluso tiene su gracia. Y hablo por experiencia propia.
Pero, y ahí llega mi cabreo, pero si tienes hijos, hay amigos, se masca la tragedia.
No pocas veces suele saberse el destino con antelación, por cálculos extraños matemáticos y carambolas varias, y otros factores como las libres designaciones o los forzosos, sin embargo hasta que no hay una publicación oficial en el boletín de defensa es papel mojado.
Puedes saberlo con certeza, empezar a buscar residencia o si la tienes gestionar, yo que sé, mudanzas, o trabajo, lo que sea.
Pero no puedes buscar colegios.
No.
Porque los plazos de escolarización han finalizado, y si no lo han hecho, como no estás empadronado porque no hay resolución de destino, no puedes matricularte. Aunque hables con el director, y el mismo ministro de educación.
No hay colegio.
Así que te toca esperar a tenerlo todo y ala, solicitar plaza fuera de plazo.
«No te preocupes, hay plazas reservadas para estos casos»
Si, pero, ¿dónde? ¿En qué zona? ¿En la otra punta de la ciudad?¿En qué condiciones? y así comienza una guerra particular que no se resuelve en un día ni en dos.

Entonces llega la variable Z para acabar de complicar la ecuación: tienes un hijo con necesidades educativas especiales. 
Si su escolarización es en modalidad especial no hay problema, tan solo la dilatación de plazos porque al haber competencias transferidas cada comunidad funciona de una manera independiemnte y hay que volver a elaborar dictámen de escolarización…en fin. Pero sabes que un día u otro comenzará las clases.
Pero si tu hijo está en régimen de integración, ¿qué sucede si ese colegio que le corresponde por zona no tiene recursos?
Vale, y ahora llega la fiesta de las becas. Porque señores que elaboran las leyes, cuando se resuelven las vacantes ya no se pueden pedir becas, que a muchas familias les solucionan transporte, comedor, material, apoyos, etc, porque recordemos que no pocas de las familias, entre las que me incluyo, somos familias con un sólo ingreso y no por voluntad propia.
En estos momentos hay una familia que sabe que en Noviembre se traslada y están buscando colegio desesperadamente para su hijo con TEA, con la angustia de saber que el centro asignado para estos casos no es lo que necesita, o se queda muy cojoy que no cuentan con esas ayudas cuyos plazos han vencido. Eso está pasando ahora mismo. 
En fin, y así un cúmulo de despropósitos: realizar cualquier matriculación en instituciones públicas y municipales como conservatorios, escuelas de artes, de idiomas, centros de atención…que suelen ser en mayo-junio.
Por último, todo esto se ve condimentado con la alegría (modo ironía on) que supone llegar a una ciudad solo, en la que no conoces a nadie y no tienes una triste guia, directorio o ayuda. 
Y al final, compañeros, se sale, de todo. Y curte. Pero a costa de qué…
Hace falta tener en consideración a las familias, más allá de pagar mudanzas y traslados cuando corresponda.
La escolarización no es un elemento de segunda. Es un factor muy importante que condiciona la vida. Y la discapacidad de un hijo más aún. Todo esto son razones más que de peso para que se planteen solucionar los destinos antes, que tampoco debe ser tan difícil, digo yo.
¿Qué costaría modificar los plazos? ¿Tan titánico y descabellado sería?
Un poco de voluntad de cambio. Eso es lo que hace falta.

Loading