Cuando los niños son pequeños, su percepción de la realidad es totalmente diferente a la de los adultos. Está libre de prejuicios, de estigmas, de etiquetas. Desgraciadamente eso ya tendrán tiempo de ir aprendiéndolo conforme crezcan. La sociedad ya se encargará de ello.
Pero mientras tanto, sus experiencias son una tábula rasa, se van conformando día a día y por ello, la inclusión desde los primeros momentos, es tan importante.

Compartir aula, tiempo de juegos, de aprendizajes con niños que, si bien tienen algún tipo de discapacidad, eso no los hace más diferentes que el hecho de ser altos, bajos, rubios, morenos.

Me gustaría que viéseis este vídeo, dura apenas un minuto.

Dos amigos, Felipe y Augusto, que se conocieron con 3 años en la Escuela Infantil y ahora siguen juntos en primaria.
Con 6 años, Augusto, que tiene Parálisis cerebral con afectación motora, está rodeado de compañeros y amigos que tratan de incluirlo como a uno más.
Cada gesto de ayuda, de solidaridad, de apoyo es percibido como algo natural. Una manera de adaptar el entorno para que Augusto pueda tener las mismas oportunidades.
Porque aquí, y esto es lo realmente importante, aquí los niños tan sólo ven a OTRO NIÑO.
Ya está.
Me imagino que tanto docentes como padres les habrán explicado los motivos por los cuales su compañero tiene dificultades motoras, o si no ha llegado el momento lo harán. Y eso es lo que hay que hacer, desde el minuto uno.
Estos compañeros, ya lo adelanto yo, dándomelas de pitonisa venida a menos, probablemente en un futuro van ser pequeñas personitas mucho más tolerantes y comprensivas con las diferencias, a todos los niveles.
Porque cuando de aprendizajes de valores hablamos, todo se extrapola. Todo tiene consecuencias en el resto de áreas de nuestra vida.
Aprenderán a aceptar opiniones diferentes, a que en ocasiones las cosas no sean como ellos querrían, a tolerar mejor la frustración.
Hay un proceso de feedback, de intercambio de experiencias de las que no son conscientes tan pequeños, pero que seguro les están moldeando a niveles internos, cognitivos.
Y hablo por experiencia propia.
No me cansaré nunca de repetir lo importante que es que la inclusión sea real, desde el primer momento, sin segregaciones. 
Ya lo decía la campaña de Plena Inclusión: «Gracias por nada». Que nuestros hijos, al margen de sus capacidades, sean uno más dentro de la medida de lo posible.
Al fin y al cabo la amistad es incondicional.

(¡Ah!, y como viene siendo habitual, ya que siguen abiertas las votaciones para los premios Bitácoras 2016, os recuerdo que me presento a la categoría de Mejor Blog de Acción Social. Si os gusta lo que hago, si como yo, creéis que la familia y la discapacidad necesitan visibilidad, voz, ser algo más que números y estadísticas, os pido que me déis un voto, que no se tarda nada y puede hacer mucho, aquí, https://goo.gl/gP45E0 
¡¡Muchas gracias!!)

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