A todos, en algún momento de la vida de nuestros infantes, nos llega el momento de realizarles un análisis de orina.
Infecciones, inapetencia, fiebre…por la razón que sea. Y es mucho más fácil que la extracción de sangre, la verdad. Sólo hay que estar atentos con el botecito o con la bolsita si son peques que aún usan pañal.
Pero, ¿qué pasa con los niños «grandes» que no controlan esfínteres?
Pues en esa tesitura nos encontramos nosotros desde hace semanas.
 

Necesitamos realizar unas pruebas. Son importantes porque debemos conocer si la medicación está afectando algún órgano, si hay anemia o si tiene infección. La sangre ya la tienen. Fue un episodio dantesco, pero se consiguió. Sin embargo la orina…ahí sí que no hay manera.
 

Te dan un bote en el laboratorio: «¡pero si no controla el pis!». Te vuelven a ofrecer el bote. Minipunto para ellos.
(NOTA: señores de los laboratorios, un par de pictos en la sala de espera alviaría mucho el estrés de muchos niños con TEA o alteraciones en la comunicación, ahí lo dejo)
 
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Como ya eres perro viejo te acercas a la farmacia pidiendo una bolsita de extracción, la grande. Preparas, además, esparadrapo.
Llega la noche, aguantas y de madrugada le colocas la bolsita como buenamente te deja, a prueba de movimientos bruscos «Esto no lo despega ni corriendo«
Pues mira, despegarse no sé si se despegará, pero con el traqueteo se nos ha despertado y toca fiesta hasta que se vuelve a dormir. En unas horas vuelves y no, no era a prueba de carreras. Todo el pañal empapado. Prueba 1 = fallada.
 

Otra bolsita de orina. Esta vez te falta pegarla con pegamento y medio. Oh oh, cacotas. Prueba 2 = fallada.
 

Otra bolsita de marras. Te acuestas con él para vigilarlo. Llegas tarde, se le sale por un lateral. Prueba 3=fallada.
 

Otra bolsita más. En la farmacia te hacen la ola. En esta ocasión se organiza toda una logística familiar. El plan: el padre se levanta de madrugada y yo lo relevo. De esta no hay gota que se escape.
A las 3 suena el despertador. Papá va a su habitación, coloca una silla frente a su cama, abre netflix y se arma con dosis de paciencia. A las 7 le hago el relevo. Aún nada.
Nos dedicamos a pasear por la casa de la mano para no perder oportunidad alguna: al baño, a desayunar, a cambiarme…
8, 9, 10 de la mañana. Nada.
Parece que lo intuye. Todos los días amanece empapado y hoy seco como una mojama.
A las 11 y algo veo unas gotitas, doy un grito de alegría, lo pongo de pie, cojo el bote que tengo a mi vera como una extensión de mi mano, meto la bolsa y caen tres gotas.
«¿Ya hijo? Pues vaya«…Pues vaya no, todo se había escapado por debajo. El sofá, aún con funda y toalla empapado. Prueba 4=fallada y cabreo monumental el resto del día.
 

Y digo yo, con los avances que tenemos, ¿no habrá alguna manera de recoger muestras de manera operativa que no sea sondar o realizar punción?
No sé cómo vamos a hacerlo y en el laboratorio no deben tener muchos pacientes así porque están verdes, muy verdes.
 

Esta es una realidad. Nuestros hijos, esos bebés con discapacidad van creciendo, sus necesidades son cada vez mayores y también lo son las dificultades que nos vamos encontrando.
Así que una simple analítica se ha convertido en una pesadilla para nosotros, sus padres, sobre todo porque sabemos que tiene algo y necesitamos saber qué es, porqué enferma tanto, si la medicación hay que cambiarla…
Igual mi futuro pasa por inventar un pañal con un sistema de recogida de muestras. Vete tú a saber.
De nuevo, la realidad 1 = nuestra existencia 0