Recientemente el tema de «La silla de pensar» ha vuelto a salir en redes y es sorprendente cómo todavía existe tanta información confusa sobre esta técnica, afortunadamente cada vez menos utilizada.
 

Unas semanas atrás, sin ir más lejos, me encontraba en un súper y una de las dependientas acababa de finalizar las prácticas de Magisterio. Estaba yo en mis cosas hasta que de repente mi alerta se disparó al escuchar «(…)es que al final en las clases solo funciona una cosa, el rincón o la silla de pensar. El resto de castigos están anticuados. Es la mejor manera de que los niños reflexionen sobre lo que han hecho mal» 

Mmmmm…no. Lo siento pero no lo veo. Para empezar, ¿pensar es un castigo? ¿Desde cuándo?
 
Hace un par de años colaboré con el blog de Mamá y maestra, y uno de los temas que tratamos fue precisamente la utilidad o no de esta técnica. Hoy recupero algunas de esas reflexiones que considero importante compartir con vosotros, y, me gustaría conocer vuestras opiniones.

 

Os confieso que en un momento de mis inicios como madre sí la llegué -llegamos- a utilizar, por recomendación de tutoras y porque como Licenciada en Psicología era uno de los métodos que había aprendido.
 

Cuando me enteré de que en la Guardería de mi hijo pequeño aplicaban ese método me pareció fantástico, porque me aseguraban que era muy efectivo con él en determinados momentos (que no sabéis cómo se las gasta #Elde5). Y lo comenzamos a usar.
 

Y vaya que si funcionaba. Era decirle que se iba al rincón de pensar e inmediatamente se echaba al suelo a llorar, suplicando y jurando que no lo volvería a hacer.

Un rincón donde el niño o la niña debe pensar acerca de sus acciones, sobre aquello que ha hecho mal; se supone que es una alternativa a gritos y situaciones conflictivas muy efectivo. En los manuales viene pautado hasta el tiempo en el que el pequeño debía permanecer ahí, en silencio, que aumentaba según la edad.

Sin embargo, esa maravillosa pedagogía de repente se convirtió en un drama. Un niño llorando desconsolado, muerto de miedo, un sentimiento de culpa como ningún otro y la sensación de que ese método no era tan maravilloso.

Entonces comencé a mirarme desde fuera, a tratar de ponerme en su piel y a leer artículos sobre el tema que me confirmaron lo que yo pensaba, que no era, ni de lejos adecuado y mucho menos para niños tan pequeños. Mi hijo estaba asustado. Temblaba ante la amenaza del “rincón de pensar”. ¿Eso era lo que pretendía enseñarle? ¿A comportarse bajo amenazas?
 

Desde mi punto de vista, mis años como madre, concretamente de madre estresada a más no poder, con hijos con una personalidad muy fuerte, he de decir que es complicado, muy complicado controlar rabietas y momentos difíciles. Es desesperante, te colocan en una situación límite, te ponen a prueba…No hay secretos ni fórmulas mágicas. No hay una panacea infalible.
Y sí, diálogo, respetar tiempos y dosis inagotables de paciencia son el punto de partida. En todos los casos.

Que lo sé, que estamos muy cansados, qué os voy a contar…pero, ni los gritos ni esa silla maquiavélica son la solución. Nunca.
 

Mis razones:

 

1. No deja de ser un castigo. Y los castigos se han demostrado que no funcionan. Eliminar refuerzos positivos (quitar dibujos que les gusten, juguetes, recompensas…) es mucho más efectivo.
2. El niño no reflexiona durante ese período de tiempo. Está enfadado, asustado ante lo que percibe como una amenaza, y se encuentra ocupado teniendo un berrinche inmenso. Si se calma, es probable que comience a buscar formas de distraerse hasta que acabe ese tiempo de “reflexión”.
3. Al niño tan pequeño le faltan herramientas cognitivas para resolver determinadas situaciones, comprenderlas y racionalizarlas. Actúa por impulsos muchas veces llevado por ese egocentrismo tan característico. Y es un momento del desarrollo que ha de pasar y no podemos modificar a golpe de silla o rincón. Cuando se encuentran en ese bucle de enfado porque les hemos regañado al hacer algo que no está bien, no responden. Son emoción pura y hasta que no se calmen no hay manera de que podamos tener una conversación sosegada con ellos. Y para calmarlos la amenaza de ese terrible Rincón de pensar no es lo ideal.
4. Es una bomba a nivel emocional: se sienten aislados, rechazados, juzgados, impotentes y mucho más enfadados que antes.

Hemos de tratar buscar estrategias alternativas:
– que se calmen,
– que estén solos si lo desean un rato,
– que traten de explicar qué ha sucedido,
– el humor, buscarles la sonrisa, la carcajada, lo que restará tensión y les relajará…

pero sobre todo tratando de mantener la calma nosotros y sin gritar, y no, no es fácil, es de las cosas más complicadas.

 
Y teniendo en cuenta que, en plena explosión emocional ellos ni comprenden, ni razonan, ni atienden…Es absurdo soltarles una retahíla, regañarles, tratar de explicarles porque en esos están a lo que están.
Hay que saber esperar el momento.
 

Uf, sí es difícil, sí.

No sé cómo hacéis vosotros, pero nosotros vamos aprendiendo día a día, con muchos errores y defectos, pero haciéndolo lo mejor que podemos y sabemos.

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