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Cuaderno de Bitácoras Día 28. (13-19 de julio de 2017)
No, no he desaparecido, ni he enloquecido, ni he sido absorbida por alguno de los vapores del amoníaco, lejía y vinagres varios de esta locura ordenil que me ha inundado. 
No.
Solo soy madre, de tres, y los tengo en casa.
A full.
Bueno, nosotros y los Yo-kai, claro está.

En diez días he conseguido una hora y media a solas. Y aún he de dar gracias a la conjunción astral de ese momentazo.
Ni levantarse a las cinco, ni encerrarse en el baño, ya no hay siestas. No hay escapatoria. No hay nada.
«Mami…¿dónde estás????», les escucho gritar y me entra miedo, mucho.
Orejas gachas; encorvada; pelos encrespados de la humedad y de lavármelos al tiempo que con una mano recojo la ropa del suelo y con la otra sujeto a #Elde9 para que no se meta vestido en la bañera; ojeras que…ojeras con vida propia; camiseta de lycra perruna que llevo desde no sé cuándo.
¿Sabéis que hay Yo-kais de distintas tribus?
Me visto con inercia automática, salimos a sacar a la perra y no recuerdo si ha hecho cacotas o no. No recuerdo en qué momento llegamos a casa de nuevo.
Preparar comidas que nunca están al gusto de todos.
Fregar suelos que habías fregado hace cinco minutos.
Recoger restos de cristales, y de hammas, y de legos, y moneditas de Playmobil, y vasitos de Pin y

Pon.

Hacer curas de mentirijillas con besos y saliva y curas de las de verdad, con agua oxigenada y Betadine.
Mantener conversaciones con la lavadora tratando de entender el sentido de la vida, el destino de los calcetines, la razón por que el Vanish Gold no arranca las manchas de las camisetas.
Discutir con la plancha y su empeño en triplicarse a mis espaldas.
Trato de encontrar momentos de desconexión en el blog y las redes, mi único reducto de cordura pero es absurdo. Tal y como abro el portátil aparecen como moscas, o para poner vídeos, o para subírseme encima, o para darme abrazos. Muy bonito. Sí, Ójala dure mucho. Sí. A 30 grados y con un 90% de humedad. Maravilloso.
Juegas con ellos. Es divertido hasta que sucede lo inevitable, uno pierde, uno hace trampas, uno se cansa…
Por cierto, uno de los Yo-kais más malosos es un demonio Oni que se llama Gargantúo y da mucho sustito.
Gargaros-Oni-niños-juegos-nintendo

Comenzamos la operación pañal con #Elde9 pero de momento no va la cosa bien. Sus problemillas intestinales no nos permiten dejarlo sin pañal, y para dos ratos que está va marcando la casa a discreción. 
Ha pasado casi un mes.
Un mes.
Miro hacia atrás y parece que fue ayer cuando me acostaba feliz a las diez soñando en que mañana sería otro día y que, tras la intensidad vivida dormirían como troncos. ¡Ah! calla, que fue ayer.
Esto seguro que es culpa de algún Yo-kai que manipula el tiempo.
Queremos dejar la nevera vacía y descongelarla. La manía de Rodrigo de abrir el congelador buscando helado y dejar  la puerta abierta ha hecho estragos. Consecuencia, víveres bajo mínimos. Me siento muy Marta Stuart haciendo encaje de bolillos con una lata de guisantes, unas patatas, levadura, huevos y algún limón. ¿Qué salió de ahí? Un McDonald’s.
#Elde5 va con el culete al aire todo el día, ya es misión imposible. Este niño me ha salido muy hippie.
#Lade8 quiere ser youtuber y blogger, no sabe en qué orden. Por lo pronto tiene un borrador de un post. Quiere publicarlo, y mira, lo voy a hacer. Ella es feliz. No nos cambiará la vida a nadie pero oye, con el esfuerzo, el trabajo que le ha costado…
Vaya, resulta que hay Yo-kais que se pueden fusionar entre ellos y con objetos, qué cosas…
Toca sacar maletas y hacerlas. 
PEREZÓN.
Hacer acopio de Biodramina como si no hubiese mañana.
Repasar la lista de cosas pendientes.
No, no me va a dar tiempo a hacerlo todo en dos días, ni de coña. Y menos con ellos aquí.

Que nadie me malinterprete. Que les quiero mucho, pero como en aquél capítulo de Modern Family, sueño (porque de momento es un sueño) verme en unos años haciendo un plannig ubicando a los tres en distintos campamentos para recuperar durante unos días la cordura.

Y a los Yo-kai.


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