Habitualmente suelo ser una escéptica en cuanto al verano se refiere, ya lo sabéis, pero aunque me encanta pasar tiempo con mis hijos, de verdad, 24 x 7 tantas semanas es too much.

Y en parte es comprensible porque es un período muy complicado por el hecho de tener a Rodrigo todo el día en casa sin colegio. Esto, como sucede en los realities tipo Gran hermano, hace que «se magnifique todo»

Pero siempre, como sucede en la vida, haciendo balance, ves que surgen momentos, acontecimientos, logros que compensan cada momento de estrés y crisis. Aunque aún queda mes y pico de vacaciones, he sentido la necesidad de compartir con vosotros algo que esperaba hace años y que parece que tímidamente va ocurriendo, y me hace muy feliz: la relación de Alejandro y Rodrigo.

No han sido pocas las ocasiones en las que he hablado de cómo conectan Aitana y Rodri, es maravilloso cómo se entienden, cómo su hermana lo maneja, lo cuida, lo guía, ejerciendo de hermana mayor sin serlo. Y cómo él la busca, la necesita, la respeta, se deja hacer. No es para menos. Solo 16 meses de diferencia, y toda una vida creciendo juntos compartiendo habitación, carro, escuela infantil… Ella no tenía a nadie más y pronto descubrió que si quería un compañero de juegos Rodrigo no era el que iba a tomar la iniciativa, por lo que buscó su propia manera de interactuar, aunque casi nunca obtenía respuesta.

Entonces llegó Alejandro. Rodrigo tenía cuatro años justos, Aitana dos y medio. Nada cambió hasta que Ale comenzó a gatear con siete meses. En ese momento su hermana comenzó a transformarse en su mejor juguete y aliado. Y así ha sido siempre.

El tener como referente a Aitana y el tener a un hermano mayor, digamos que poco «reactivo», al final supuso que Alejandro tuviera una relación poco más que de coexistencia con el mismo.

No me malinterpretéis, lo quiere -y así lo ha manifestado siempre, faltaría más- pero es comprensible que su conexión no haya sido igual que con su hermana. Al fin y al cabo pasan muchísimo tiempo juntos, tiempo que ha transcurrido en su mayor parte dentro de casa. Ahora ella comienza a hacerse más mayor y a tener otros intereses, a veces se va con amigas, este año por primera vez ha pasado una semana fuera de campamento, y el pequeño no lo está llevando nada bien.

Siempre ha sido ella la que atendía las necesidades de su hermano mayor. Siempre.

Y este verano ha sido un punto de inflexión.

Para empezar Alejandro ha comenzado a hacer preguntas tipo «Pero ¿Rodri está enfermo? ¿Qué es tener discapacidad? ¿Nunca va a hablar?«, algo que no se había producido nunca porque realmente no parecía tener ningún interés.

Ha mostrado preocupación por su falta de comunicación al tiempo que nos dice «pero mira mamá, SÍ HABLA CON GESTOS Y CON SUS TARJETITAS. ¿Ves? Tiene sed, quiere que le cambien el pañal, quiere jugar con la tablet…Yo le voy a enseñar«. Entonces es cuando a mí se me encoge el alma.

Ha afrontado por primera vez sus crisis epilépticas con serenidad, avisándonos y observando, no evitándolo.

Lo ha ayudado con el manejo del IPAD, el mando, el agua, controlando rabietas, vigilando, regañando cuando había que hacerlo,…

En definitiva ha aprendido a interactuar con él.

Es como si se hubiera derribado un muro, ¿sabéis?, que va cayendo lentamente, es así, pero va cayendo.

Y ha sido algo recíproco.

Si bien Rodri sí prestaba atención a su hermano pequeño, ahora realmente disfruta viéndolo jugar, haciendo bobadas, mientras juega en la piscina o con la consola, o simplemente cuando mantenemos una conversación. De hecho cuando está comiendo o en la piscina y él se va lo llama a gritos y con un gesto, y es maravilloso.

Una de las cosas que más nos fascina es el cambio a nivel social de éste. Antes en cuanto acababa de comer o cenar, subía rápidamente a su habitación a dormir, como parte de una rutina. Que igual tardaba una hora, o dos, pero era algo automático e inmediato. Ahora prefiere quedarse con sus hermanos viendo los dibujos, los que sean con tal estar con ellos. Esto nos tiene locos porque una de las características de Rodri precisamente es su rigidez mental en cuanto a la selección de entretenimiento visual. Tiene sus dibujos elegidos por temporada y de ahí no se mueve. Sin embargo este verano es flexible. A ver, es cierto que protesta, pero en cuanto ellos le indican que se calle (que lo hacen y con qué ímpetu…), obedece, se queda en el sofá y se entrega al ocio compartido.

Las risas llegan al salón donde estamos su padre y yo, y no podemos disfrutarlo más.

Todo pasa por algo, incluso estos días tan largos que acaban con nuestra energía y paciencia, al final las horas de convivencia y las conversaciones forzadas muchas veces dan sus frutos.

Ha habido un cambio en la relación de hermanos, y yo qué queréis que os diga, es más de lo que podía esperar.