Uno de los primeros “síntomas” que más nos chirriaban cuando Rodrigo era bebé era un movimiento extraño que realizaba con brazos acompañado de ruidos. Nos parecía raro, pero tampoco le dábamos más importancia. “Le hará gracia”, pensábamos y habitualmente se daban a la hora de la comida o el baño.

Años después estas conductas se fueron generalizando a más contextos y situaciones, llegando un momento crítico en el que le acompañaban la mayor parte de su tiempo.

Se trataban de estereotipias.

Estas son el medio que Rodrigo (y muchas personas con trastornos del Espectro autista) utilizan para calmarse o demostrar alegría.

Echando la vista atrás establecimos una relación más que clara: todos los días comía escuchando de fondo El canto del loco, ya que le encantaba por entonces y no dejaba de ser una expresión de alegría ante la imposibilidad de hacerlo verbalmente cantando o hablando

Según La Federación Autismo Madrid:”Son patrones de comportamientos tipificados que no parecen servir para ninguna otra función que la gratificación sensorial. Cualquier movimiento repetitivo o “stimming” (como balancearse o aletear manos) hace que la mente se “bloquee” ante los estímulos externos, lo que les proporciona sensación de control, placer y relajación.”

Cuando Rodrigo ha descansado poco, cuando está enfermo, cuando hay mucha gente por la calle, cuando el ruido ambiental es excesivo…éstas cobran mayor importancia. También cuando los dibujos son sus preferidos, o está realizando una actividad que le agrada mucho y le estimula es cuando se manifiestan con más fuerza.

En un primer momento le regañábamos. Pensábamos que eran manías porque si he de ser sincera es molesto. Sus gestos acompañados de hiperventilación con gritos no son agradables.

Después comprendimos que era su manera de actuar en un mundo que a veces le satura y no comprende. La falta de herramientas no le permiten actuar para solucionar la situación que desencadena esa conducta.

Fueron los profesionales los que nos explicaron que él afrontaba el mundo así como podía y sabía.

Las estereotipias le calman, pero lo hacen en un primer momento. Tenemos más que comprobado que cuando se llevan repitiendo durante un período prolongado de tiempo lo estresan más aún. Además hacen que no preste atención a su alrededor. Se queda enganchado, en bucle. No atiende. No escucha. No es adaptativo. No interacciona con ninguno de nosotros.

Si bien no le regañamos (obvio) si tratamos de ofrecer alternativas.

En el juego de pinchos hemos encontrado un grandísimo aliado. También en la pelota de psicomotricidad, con la que disfruta muchísimo saltando. O manipular su peluche musical al tiempo que ve y escucha sus dibujos favoritos. Y, por supuesto, eliminando -si es posible- los estímulos desencadenantes: quitando la televisión, la música, cambiando el entorno, etc…

Ahora los espacios y situaciones que las refuerzan son, mayormente, la televisión, los viajes y la calle cuando hay un estado de excitación y nerviosismo. Muchas veces tienen una explicación fisiológica como falta de sueño, cansancio, resistencia a la medicación para la epilepsia…

La frecuencia se ha reducido mucho, pero están ahí y aparecen cuando menos te lo esperas.

Desde mi experiencia personal, como madre, empatizo con todas aquellas familias que me encuentro en situaciones así.

Rodrigo lo manifiesta de este modo pero las estereotipias pueden tomar muchas formas e ir acompañadas de ruidos y gritos. Y pueden ser motivo de rechazo social.

Así que cuando en un centro comercial por ejemplo, o la calle, o el centro de salud veas a un niño, un adolescente, un adulto con conductas un tanto extrañas piensa que quizás se está evadiendo de una situación que le estresa enormemente, que es su forma de protegerse. Y que es posible que no lo esté pasando bien, ni su entorno tampoco.