Han sido unos días complicados, con emociones desbordadas y a flor de piel. Hoy aún seguimos (y sigo) asimilando los cambios pero ya vamos entrando en la nueva rutina lentamente, algo que todos necesitábamos. Así está siendo nuestra adaptación y la vuelta al cole.

Hemos estado preparando a los niños para la nueva situación durante meses: regreso a Madrid, cambio de casa, cambio de colegio, cambio de amigos, ausencia de papá…Lo hemos explicado tantas veces y hemos conversado sobre ello tanto que, una vez pasados los días amargos de despedidas en Melilla y aterrizados aquí parecía que habíamos normalizado y racionalizado la situación. El colegio era el anterior, la casa la nuestra, el antiguo barrio…, aunque para Alejandro todo está siendo nuevo, ya que se marchó de aquí con 2 años y 8 meses.

Pero conforme se acercaba el día H me iba dando cuenta de que era un sí pero no, un sé lo que me espera pero lo vislumbro a lo lejos, porque conforme los niños eran más conscientes de que el comienzo del curso llegaba la crispación en el ambiente era mayor: «sabía que tenía que llegar este día pero pensaba que era como un sueño», me decían…Entonces el día 6 nos llamaron del colegio: teníamos plaza para la mediana y el pequeño y había que gestionarlo todo YA porque las clases comenzaban el 7. El vivir sin saber cuándo ni dónde iban a estar escolarizados se había convertido en un elemento más. Llevábamos tantos meses de incertidumbre que nos habíamos acostumbrado a no saber. Ahora ya teníamos la respuesta y era un AHORA sin tiempo a digerir.

El caos que viví el pasado jueves aún está rindiéndome cuentas en forma de estrés. Conforme nos acercábamos al centro, #Lade9 se iba poniendo cada vez más y más nerviosa, con los ojos empañados y blanca como la pared; mientras #Elde6 hablaba y hablaba sin parar y Rodrigo se quedaba parado a 20 metros de la puerta, tirado en el suelo, gritando y tapándose los ojos. Mala elección la de ponerme falda, la verdad…ya que me pasé media mañana agachándome y levantándome.

Mientras hacía gestiones y esperaba, los niños permanecían en un banco sentados con el móvil tratando de aplacar a un niño con Autismo desconcertado, agobiado y desorientado, sin comprender nada de lo que le rodeaba. A esto hubo que sumarle que, el hecho de que sus hermanos estudiaran allí implicaba que había gente que se acordaba de ellos, y evidentemente se acercaban para saludarlos. Uf…Esos momentos en los que él iba viendo a adultos que invadían su espacio personal… mientras yo, entre gritos, trataba de hablar con el secretario del centro y personal del AMPA. Horroroso.

Los dos viajes que di ese día para llevar la documentación me restaron meses de vida y, ojo, gracias a que el colegio está muy cerca de casa y pude quitarme el trago de la matrícula en un pis pas -además de que se portaron fenomenal y aún tengo papeles pendientes por entregar a la espera de poder hacerlo sola-.

Pero sin duda lo peor fue cuando, en una de esas esperas en el colegio, Aitana comenzó a hiperventilar y se puso a llorar. Me dejó completamente desconcertada. Cuando salimos se ahogaba, estaba en plena crisis de ansiedad. Llegamos a casa, me senté con ella, estuvimos controlando la respiración, hablamos mucho y la abracé más. Estaba totalmente abatida. Mil miedos la rodeaban: el no hacer amigos, que sus compañeros no se acordaran de ella, que no encajara, echar de menos a sus amigos de Melilla, el no estar a la altura del nivel académico (el bilingüismo en este colegio es real y está a años luz del nivel de su anterior centro), que no quería que su padre se fuera seis meses…Su vida y su rutina con 9 años en definitiva.

Todo el trabajo que había estado realizando durante semanas, meses, se había desvanecido y una opresión en el pecho me hacían querer explotar y llorar sin control. ¡Qué difícil resulta gestionar todos estos cambios!. El pequeño realmente lo está llevando bien, nos sorprende, pero ella es una niña muy sensible y madura. Cuando le recordé la mudanza hacía tres años y que en dos días se había adaptado me respondió: «Pero ahora soy más mayor y me doy cuenta de todo».

Y así es. Necesita razones y explicaciones.

El primer día de colegio iba pegada a mi, con las manos sudorosas y temblando. Al llegar algunos de sus antiguos compañeros la reconocían y la saludaban tímidamente, otros gritaban y la abrazaban, algo que a mí me emocionó tanto que no os podéis imaginar. En cuanto abrieron las puertas, una amiguita la cogió de la mano, la rodearon entre todos y entró sin mirar atrás. No sé cómo puedo transmitiros lo que sentí en esos instantes…

Mientras, el pequeño me miraba, a sabiendas de que no podía entrar con él y de que no recordaba a nadie (ni yo, solo estuvo un año), preguntándome: «Entonces, ¿entro yo también?», y allá que se fue. Sé que una amiga de Aitana lo llevó a su fila, pero hasta que me lo contaron solo veía a un niño pequeño desorientado y me invadía una pena y un sentimiento de ternurita tremendos.

Mis mayores temores con él eran a nivel social. Alejandro es muy particular y con una personalidad compleja. La sorpresa llegó al salir de clase, con una Aitana aún agobiada mientras que él salía sonriendo encantado de la vida, no paraba de contar la de gente que había conocido y la de cosas que había hecho.

Dos días después ya están sumergidos en la dinámica del centro. Han comenzado el comedor y lo que era una guerra con #Elde6 por comer -es un ser que vive del aire- se ha transformado en un «mamá, no te lo vas a creer, me he comido medio plato de arroz con tomate (odia el tomate), el pescado y la pera, y he podido salir al segundo recreo…».  No, no me lo puedo creer…

Están motivadísimos y con ganas de aprender y ponerse al día. Las extraescolares que Alejandro ha elegido  (Robótica y fútbol) están ya listas para dar comienzo en octubre, Aitana lleva entrenando en su nuevo-antiguo club desde el día 3 de septiembre (gracias a Tatiana, esa mamá que me le lleva y me la trae,  gente maravillosa que hay en este barrio…), y me ha pedido refuerzo de inglés. Así que todo bien.

Es importante que se hagan cuanto antes a este gran cambio, porque al regresar a casa lo primero que hacen es preguntar porqué su padre tiene que estar tanto tiempo trabajando fuera…y como niños que son lo sienten, y lo sufren. Pero la experiencia es un grado y, aunque yo también lo estoy pasando mal (y llorando mucho, que las madres también lo hacemos, y nos vemos superadas), sé que juntos nos irá bien.

Familia diversa

Foto de Jorge Paris

Ahora tan solo queda que Rodrigo pueda comenzar: es cuestión de papeleo que debía haberse gestionado antes pero que no realizamos por un mal asesoramiento desde su anterior colegio (aún hoy, en la distancia, haciendo las cosas mal). Está muy muy nervioso. Ha pasado de la tranquilidad absoluta a un estado de crispación y crisis de Autismo diarias por todo. Necesita ya volver a clase y retomar el trabajo.

El lunes lo llevamos a la Fundación para tener una reunión con el psicólogo y bueno, lo que era de esperar, negativa a mirar a nadie ni a caminar, aunque es verdad que recordaba su patio, la cama elástica y a algún que otro profesional. Pero lo mejor fue el recibimiento: no os imagináis la felicidad cuando caminábamos y escuchábamos al personal del centro (de apoyo, profesores, especialistas…) llamarlo: «Rodrigo, ¡¡cuánto tiempo!!»,»¡¡Hola Rodri, qué alegría!!». Yo estaba inmensa, de verdad.

El llegar y tener la sensación de que no nos habíamos ido nunca, de que el recuerdo que había mantenido de esa segunda familia, de ese espíritu vocacional y de entrega no habían sido idealizados. Salí de allí con la tranquilidad y la alegría de saber que dejaba a mi hijo, de nuevo, en las mejores manos. Así debe ser un centro de educación especial.

Espero que no tarden mucho en gestionarnos en educación la documentación, lo tengo en casa y tareas tan simples como ir a la farmacia, a la papelería a comprar material o recoger a sus hermanos del colegio se me hacen un mundo.

Tengo una contractura que hace me duelan las cervicales, hombro y brazo derechos por el esfuerzo que me supone cogerlo cada vez que se tira como peso muerto con sus 30 kilos, y realmente estoy atada de pies y manos para hacer cualquier cosa.

Así pues, arrancamos nuestra particular vuelta al cole, con mil preocupaciones que se han ido solucionando paso a paso. El tema libros y material ha sido cuestión de un par de clicks y unos ratos de organización. Me urge más la adaptación de mis hijos, lo demás puede esperar.

Al hilo de esto os recomiendo el artículo de Melisa, del blog Madre reciente, que publicó en el diario 20 minutos. En él 6 familias con niños con diferentes discapacidades o enfermedades crónicas contamos brevemente como es esa otra vuelta al cole, cuáles son nuestras preocupaciones y motivaciones. Imprescindible.

Por cierto, que la mudanza lleva desde el sábado en Málaga y NO SABEMOS CUÁNDO VENDRÁ. Impresionante.

Y vosotros, ¿cómo han llevado vuestros hijos esta adaptación?