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Cuaderno de Bitácoras. Día 4 (25/06/2017)
A las 6’45 han amanecido por casa.
Sí, ese repicar de campanas, esos castillos de fuegos artificiales son en mi honor. A las 6’45 de la mañana. No me véis, pero lloro de emoción pura.
Ese es el aspecto positivo del fin de semana. Maravilloso. Fantástico. Épico. Memorable.
Y ahora viene el aprendizaje del día: si hay algo que este fin de semana me ha quedado claro es lo injusta que ha sido la evolución con los padres y madres a lo largo de estos siglos de existencia. Sí, me hacen plantearme muchas dudas acerca de la veracidad científica con respecto a la Teoría de la evolución darwiniana…
Una piscina. 
Miles de almas infantiles desatadas.
Tres criaturas.
Dos padres.
Y la frase recurrente cada dos coma cinco segundos: «¿Y el niño?¡¿Dónde está el niño que no lo veo?!»
Una hora que no acaba nunca.
¿Os va sonando la historia?
Ingenua de mí, en mis inicios como madre, firme creyente de rumores, pensaba que, en el momento en el que mis criaturas supieran nadar / bucear / flotar…los ratos de zambullidas iban a ser además de divertidos, incluso relajantes, convalidando por momentillos de descanso y relax.

Nota para mi yo del futuro: piscina nunca, jamás en la vida equivaldrá a momentillo de descanso y relax. Mentira cochina. Falsedad descomunal. 
Porque llegas, no has puesto todavía la bolsa en el césped y ¡zas! dos elementos desaparecen dejando una estelilla de humo y chanclas volando por los aires. Ahí ya empieza la fiesta al tiempo que gritas ¡¡NO CORRÁIS POR EL BORDEEEEE!!.
Mientras, el otro (da igual el orden, somos conmutativos), se ocupa de que #Elde9 no salga como alma que lleva el diablo con ropa incluída, ya que el agua le pierde. Da igual donde sea. Ve un cubo con una fregona y se zambulle.
Así que, con uno de la mano corriendo de puntillas, aleteando y gritando de la emoción, y dos en la ducha esperando a que el otro los lance ponemos el cronómetro en fase descuento.
Y diréis, pero si sois dos adultos, ¿cómo no podéis supervisar a tres niños?…sí, y mucha agua, y mucha gente. A la que te descuidas, uno se está tirando en bomba sin mirar que debajo hay seres humanos, o la otra se pone a hacer piruetas mortales de rítmica en el borde de la piscina -mientras el socorrista y una servidora infartamos-, o el que faltaba se escapa corriendo sin rumbo definido.
Una hora después, con los ojos carmesí del cloro, el padre y yo nos miramos con cara de desesperación mientras uno se sube a la chepa y el otro te coge de la pierna: ¡Tírame, tírame!

– «Cariño, habla con el socorrista y dile que va siendo hora de que cierren, ¿no? Que estas familias se tendrán que ir a cenar digo yo…»
– Sólo son las ocho menos cuarto.
– ¿¿Aún??

Mi conclusión es que la cantidad de ojos de los padres debería ser proporcional al número de hijos. Eso habría sido una evolución sabia. Me veo con mis ojos en el cogote contemplándolo todo, vigilante…
Ojos-maternidad-peligros-evolución-bloguer-trimadre
¿A que tú también lo ves?
Trimadre-verano-supervivencia-blogY ya puestos, los brazos. Por favor. Somos la especie más mindundi, ¿dos brazos? ¿En serio? Muy

homo sapiens, homo sapiens pero con dos manos no tenemos ni para empezar….

Cuatro brazos como Dios manda para agarrar, lanzar, consolar y portear. Eso sólo en la piscina. Imaginad en el día a día. Eso habría sido una evolución sabia querido Darwin, y no tu selección natural de mierda de pacotilla.
Bueno, y si nos volvemos locas (que total ya…), una bolsa marsupial para llevar a los bebés, un par de alas para llegar a los sitios rapidito, ultrafuerza para cargar con carro, bolsas de la compra, churumbeles….en fin.
Que cada viaje a la piscina son días que uno pierde de vida pero que sí, que las criaturas disfrutan enormemente  y eso vale todo los estreses y evoluciones fallidas del mundo. ¿Verdad?¿Verdad?¿Verdad?
Nota: seguimos sin agua caliente y rodeados de Gaviotas.

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