– ¿Y qué tal andas?
– Pues aquí vamos, tirandillo.

Tirandillo.

Hace ya unos años, bastantes, me encontraba por estas fechas, escuchando unas charlas y recuerdo un momento en el que la persona que intervenía comentaba eso mismo, que siempre estaba tirandillo, y que quería dejar de estarlo, porque eso era vivir a medias.

Tirandillo.

O lo que es lo mismo, sobreviviendo que no es poco.

Y si echo la vista atrás, puedo concluir que mi existencia, especialmente los últimos meses ha sido esa, la de vivir tirandillo o sobrevivir. Sin más.

Esperando, siempre esperando.
A que mi marido regrese.
A que una crisis de ansiedad haga su aparición.
A que #Elde11 despegue, y seguimos esperando 11 años después.
A que los problemas que van surgiendo día a día se solucionen.
A que la suerte, de una vez, decida acompañarnos.
A un destino que sea definitivo.
A poder echar raíces.
A dejar de esperar.

 

Y, aunque este tiempo atrás ha sido excepcional, en retrospectiva veo que así se han ido pasando los días, sumergidos en la inercia y la rutina, que, si bien en nuestro caso es casi obligada, llega un momento en el que te acostumbras y quizás llega la desidia, reconozcámoslo. Siempre esperando a cuando…cuando Rodrigo logre esto, cuando nos vayamos a, cuando llegue el momento de…

Entonces, llega uno de esos días en los que te da por pensar, como estas semanas atrás.

En el futuro no muy lejano, en la adolescencia del mayor, inminente y en sus carencias, en que el tiempo se te escurre entre los dedos, y con 44 no ves un propósito, no ves logros ni nada que te diga que tu vida ha sido o es algo extraordinario.

Y cuando sientes que llega ese bajón de ánimo te das cuenta de que no es verdad, de que tu vida es única, inigualable. Sí, es cierto que hay vidas llenas de aventuras, vidas magníficas, vidas asombrosas. Pero echas la vista atrás y ves esos tres seres maravillosos a los que has dado la vida, LA VIDA. Cómo estabas hace 11 años con respecto a Rodrigo y cómo estamos ahora. El camino que has recorrido hasta llegar precisamente a ESTE MOMENTO y ESTE INSTANTE…

Cuánto dolor y sufrimiento y tristeza y soledad que te han llevado a la fortaleza, la resiliencia, la autoaceptación, la serenidad que ahora tienes.

Y te sientes bien.

Con todas estas reflexiones de una tarde cualquiera es cuando llegaba a la conclusión de que no quiero seguir viviendo tirandillo, ni mucho menos sobreviviendo. Porque no.

Porque cada día es único, porque mis hijos crecen, más rápido de lo que me gustaría. De hecho parece que van en un avance exponencial y me da vértigo, me muero de miedo.
Porque, si bien hay que pensar en el futuro, el medio plazo y el mañana están más a nuestro alcance.
Porque, si puedo disfrutar de dos ratos de risas, de ocio compartido, de no hacer nada con ellos, no quiero perderlos escondida hecha una bola debajo del edredón, esperando.

No es fácil lidiar con tantas cosas porque no soy una súper madre ni una súper mujer. Soy una persona que ha visto sus sueños frustrarse en más de una ocasión, entre renuncias voluntarias, involuntarias y azares de la vida. Pero, si miro con perspectiva, más allá, sí lo veo, que mi vida tiene cosas maravillosas que sí, hacen mi existencia extraordinaria. No quiero sobrevivir, quiero vivir. Y no, no voy a hacer grandes viajes, bueno, ni grandes ni pequeños, al menos de momento, ni voy a vivir aventuras que pasarán a la historia. No voy a ponerle mi nombre a ningún descubrimiento, ni se hablará de mi en los libros, no pasaremos por la familia más activa ni más divertida, pero es la mía, disfuncional, algo aburrida a veces y muy loca otras.

Tendré mis altibajos, porque de eso se trata la vida, de bajadas pero también de subidas. De errores, pero también de aciertos. De aburrirse pero también de crear.
Y lo que tenga que venir vendrá, pero mejor si le damos un empujón trabajando para que lo que venga sea algo mejor que lo que esperamos.
Así que, voy a seguir disfrutando de él, de su sonrisa inocente, sin pensar demasiado en ese adolescente que me angustia, de sus abrazos que me ahogan, de sus miradas pícaras y de sus amagos de besos, seguiremos trabajando. Lo demás, Dios dirá…o quien sea.

 

 Y tú, ¿vives o sobrevives?