Hace un par de días leía un artículo en El Diario de Mallorca donde se denunciaban los problemas que estaban teniendo los padres de niños con discapacidad para integrar a sus hijos en centros ordinarios debido a la desaparición de profesionales de apoyo, consecuencia de los recortes.
   Cuando leo cosas como esta se me hincha la vena, ya que yo misma he sufrido en primera persona el calvario a la hora de elegir centro para mi 7, actualmente escolarizado en un Centro de educación especial.
   Para quién no conozca el proceso, los niños con dictamen de discapacidad pasan por un Equipo de atención temprana, compuesto por una Orientadora y una Trabajadora Social, que realizan una evaluación y emiten un dictamen de escolarización con la modalidad que para ell@s es la más adecuada. Hay que resaltar que la decisión final SIEMPRE la tenemos los padres, que podemos negarnos a firmar esa propuesta de escolarización. Eso es importante porque hay familias que lo desconocen, y yo en su momento lo hice acordando con el equipo Escuela ordinaria, con apoyos y adaptación curricular.
   Los estándares de valoración siguen anclados en los inicios de la psicología, con todos mis respetos a las compañeras. Las pruebas aplicadas no arrojan datos reales de la comprensión (auditiva, visual y táctil) de un niño con severas carencias, ni los métodos se adecúan. Con otro tipo de pruebas, no estandarizadas, ajustadas y más intuitivas hemos conseguido sacarle cantidades ingentes de información a mi hijo hasta hacerle un perfil de desarrollo completísimo.
   Así, se dan unos percentiles tan bajos que la opción de Educación especial es la única viable.
   Sin embargo, a esas edades, ese recurso se aconseja en niños con lesiones permanentes, que no era el caso de mi hijo, sin diagnóstico, con tres añitos y con un certificado de minusvalía renovable de manera anual. ¿Alguien se ha fijado en los niños entre 3 y 7 años que hay en especial? Poquísimos, muy pocos.
   Y empezó mi lucha por conseguir una inclusión con niños de su edad, que pudieran enseñarle conductas no disruptivas, a normalizar determinadas rutinas y en un ejercicio recíproco de aprendizaje, que sus compañeros pudiesen compartir experiencias y aprender de la diferencia , a sabiendas con certeza de que al comenzar primaria, si la evolución no era más rápida acabaría saliendo del sistema.
   Nadie se imagina el calvario de visitas, llamadas, entrevistas a centros públicos y concertados, religiosos y laicos, y la cantidad de rechazos, muchas veces encubiertos y otras muy directos.
   Al final, conseguí que la directora de un centro de barrio me diese ánimos y se implicara, de una manera que aún  hoy me emociona. Solicitó la plaza, los apoyos, me presentó al personal, me puso en contacto con el AMPA para el tema de cambio de pañal y apoyos en comedor, compré el material, los babis con una ilusión desbordante…
   A 15 días del comienzo del curso me llamó para comunicarme que la Comunidad no había proporcionado los apoyos porque era el único niño en integración, a lo que se sumaba el recorte de jornada de la logopeda.
   Y así me vi, de nuevo en comisión de evaluación extraordinaria, a mitad de octubre, con el niño en casa y sin fuerzas para seguir luchando.
   Mi hijo entró en un Centro de educación especial (concertado) ya que el público de zona, tal y como me explicó la psicóloga estaba sobresaturado y no daban a basto. Evidentemente podía matricularlo si quería, pero con la ratio que tenían decidimos que no era lo más adecuado.  Increible pero cierto.
   Ya superados los prejuicios de la educación especial, estoy feliz porque él está feliz, y cuenta con unos profesionales maravillosos. Lo que me horroriza de esto es ver que, cada vez, hay más niños en estos colegios que NO deberían estar porque sus dificultades son tratables con apoyos dentro y fuera del colegio: TDAH, TGDs leves, Niños con dislexia…Es tremendo.
   La falta de profesisonales, los recortes inconcebibles en materia educativa están evitando que estos niños alcancen su máximo desarrollo y potencial, y tengan éxito a nivel escolar y personal. Todo de lo que ahora les estamos privando, bien sea inclusión o bien sea el sistema académico correcto, son costes (si así es como se valora la educaciòn de nuestros hijos hoy en día) asistenciales en un futuro que las administraciones podrían ahorrarse.
   Por ello, indignada, YO PROTESTO

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