La verdad es que, con el embarazo tan angustioso que pasé temiendo los efectos de un Citomegalovirus tremendo, me diste un parto fácil, rápido, de los que te hacen pensar «como este, los que quieras».

Naciste de un vómito, hijo mío. No es lo más evocador, pero así fue, sin tiempo para cambiar de cama. En un pis pas, y de los tres fuiste el único que pude tener en brazos desde el minuto cero. Y no te quería soltar, ni quiero hacerlo.
Porque a tus cuatro añazos sigues desprendiendo aroma de bebé. No sé cómo lo haces. Y me sigues encandilando con esa sonrisa canalla que consigue de mí lo que quiere.
Listo, traviesto, inteligente, caradura, creativo, parpullero, cariñoso, armadillo. pelotilla…
Y como una imagen vale más que mil palabras, atento a estas fotos, que reflejan perfectamente lo que supone convivir contigo, trasto.
Te quiero mil.